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Pisa nos pisa los talones

Pisa nos pisa los talones

Rosa Santa-Daría

Jueves, 1 de enero 1970

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El informe Pisa, de nuevo, nos muestra resultados de 72 países evaluados. Esta vez nos dicen que nuestros alumnos son más felices que la media, pero con matices: más los chicos que las chicas (estas muestran más ansiedad ante el estudio), más los españoles que los inmigrantes. Estamos por debajo de la media en acoso escolar pero nuestros alumnos navegan en internet más horas que la media. Llamativo también el hecho de que 1 de cada 5 alumnos piense que sus profesores los califican con más dureza que a sus compañeros de aula.

Sin embargo Canarias, desgraciadamente, está entre las comunidades con el alumnado menos satisfecho con su vida, con resultados académicos bajos y con más casos de acoso escolar.

Estos datos se publicaron el 19 de abril y los titulares de algunos periódicos, en su versión digital, señalan lo que les parece más relevante de ese Informe:

- Un 6% de los alumnos españoles de 15 años reconocen sufrir acoso escolar (Canarias 7).

- Los alumnos extremeños y andaluces, los más felices... (El País)

- Siete de cada 10alumnos españoles de 15 años confiesa sentirse realmente mal si no tienen internet (El Mundo).

Realmente nada me sorprende después de haber oído a una alumna mía, que no trabaja nada y sabe poco, preguntarme hace un mes si tenía posibilidades de aprobar. No sé si a eso podemos llamarlo felicidad, yo diría que se trata de ignorar completamente cómo funciona la vida, o cómo debiera funcionar. Pero claro, me pregunto: ¿Qué estamos haciendo para que los alumnos que nada saben y nada hacen puedan pensar y expresar que tienen posibilidades de aprobar? Alguien anteriormente ha convertido sus calabazas en carrozas con la varita mágica. Y lo seguirán haciendo para que los alumnos pasen de curso sin haber adquirido las competencias básicas. Por eso el problema no es promocionar o repetir con dos suspensos, es cuestión de decir la verdad sobre el aprendizaje de cada alumno en su individualidad.

Respecto al problema del acoso, no sé si hay realmente más evidencias en unas comunidades que en otras, o se esconde menos aquí que allí. El curso pasado oí a un profesor de Luxemburgo decir que en su centro educativo no se celebraba el día contra la violencia de género porque en su país era insignificante. Después comprobé que era uno de los países europeos con mayor número de casos de esta muestra de violencia pero efectivamente poco conocía su población sobre ello. Ignorante es el que cree que por no hablar de un asunto, este desaparece. El acoso escolar existe porque en la calle hay muestras evidentes de falta de respeto e intolerancia que también se han normalizado. Muchas familias educan correctamente a sus hijos, pero no todas. Hay algunos padres y madres que vienen a los centros educativos a defender la mentira de sus hijos o simplemente a que sigamos manteniendo en la escuela a muchachos de 17 años que ni sus padres saben qué ofrecerles. Pero a ninguno de ellos les falta el móvil con datos que les permiten acceder a internet cuando les da la gana, en muchos casos para reírse de sus compañeros a través de las redes sociales. Y no es cuestión de falta de formación. Los alumnos reciben continuamente charlas y talleres sobre bullying y el uso respetuoso de las nuevas tecnologías. También convocamos a las familias pero estas no acuden a los talleres que les preparamos.

Y para terminar esta reflexión quiero dedicar unas líneas a aquellos buenos y buenas alumnas y alumnos que trabajan para conseguir unas metas y que casi nunca entran en estos artículos de opinión porque hacen lo correcto. Efectivamente, para nuestra desgracia, la sociedad está normalizando tanto la apatía que olvidamos reconocer, como se merece, el esfuerzo y el buen resultado. Los alumnos españoles se quejan de no ser evaluados con igualdad de criterios, y tienen razón. Cada curso observan cómo compañeros de pupitre que no han hecho nada, aprueban y en muchos casos con nota para ¿inflar estadísticas?, ¿para evitar que les/nos pidan explicaciones? Demasiadas preguntas y pocas respuestas pero termino felicitando a todos esos jóvenes extraordinarios que tienen la satisfacción de decir: «Yo sí he trabajado, me merezco las notas obtenidas y soy feliz».

La educación pública necesita buenos profesionales decididos a decir la verdad y a luchar por tener generaciones felices pero formadas, no ignorantes con títulos que no valen nada.

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