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EFE

País de escándalos

Ultramar ·

Lo importante no es vencer sino convencer. Seducir, no enfrentar. Eterno Unamuno

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:09

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Uno se pregunta, ¿en qué país de Europa, aun estando en la reserva o retirados, se atrevería un grupo de altos mandos militares a realizar un pronunciamiento en contra del Gobierno legítimamente constituido, fruto del apoyo de la mayoría del Parlamento resultante de unas elecciones generales? La respuesta es, sin duda, un contundente 'en ninguno'. Tan contundente como que hace bien poco el Ejecutivo alemán disolvió algunas unidades militares al detectar que había infiltración de grupos neonazis.

Trátase de una simple cuestión de decencia democrática. No es algo banal, ni una 'boutade' de un grupo de nostálgicos. Vista la sucesión de misivas al mismísimo rey y a la Comisión Europea, toca concluir que, en torno a esos chats en los que se añora el franquismo y se suspira por el fusilamiento de 26 millones de hijos de puta españoles, que si no es posible, lamentan, es por lo pusilánime que se ha vuelto este país, se pretende vertebrar un movimiento que, por mucho que se parapete tras la sacrosanta unidad de la patria y la Constitución, aspira a demoler los principios democráticos por los que actualmente nos regimos, con el aval de los ciudadanos, que así lo vienen reiterando, urnas mediante, desde 1977.

Por todo ello, resulta clamoroso el intento de la mayoría de la clase dirigente, por no hablar del revelador silencio de la Casa Real, de minimizar tamaño escándalo. Mención aparte merece la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, suscribiendo la arenga. Una vez más la dirigencia de este país, en un claro ejemplo de la llamativa ausencia de liderazgo que padecemos, deja pasar una magnífica oportunidad para higienizar nuestra maltrecha democracia y realzar que el principal valor de esta se sustenta en una política en la que ha de primar la seducción y no el enfrentamiento, donde lo importante no es vencer sino convencer. Eterno Unamuno.

Pero, vuelve a faltar altura de miras. La desafección, el desánimo y el pesimismo que cunden en gran parte de la ciudadanía no se destierra con tibieza ante quienes quieren socavar la esencia de la vida democrática, que tiene la grandeza de permitir que cuantos quieran, nos gusten o no sus discursos, pujen por hacerse con el poder, pero en buena y legitima lid. Las derivas totalitarias exigen la respuesta clara y condenatoria de todos los que se estimen demócratas; sabedores, insisto, de que de lo que se trata es de convencer antes que vencer. Lo triste es que ni en esas nos ponemos de acuerdo.

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