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Europa Press
Un país de cabreados

Un país de cabreados

Ultramar ·

Reconozcamos y clamemos contra lo mucho que se hace mal, pero aparquemos la acritud

Sábado, 10 de abril 2021, 06:59

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Y no digo que no hayan razones más que fundadas para estarlo, mas aún cuando comprobamos que los cargos públicos, digamos que en su gran mayoría, por evitar las generalizaciones que nunca son buenas, pero casi, no parecen estar por la labor de reconducir la desoladora situación social, sanitaria, política y económica en que estamos. Pero, por el bien de todos, bueno sería aplicarnos en construir esperanza antes que permanecer instalados en la agresividad sin descanso, porque a la larga, y a la corta, esta nos arruina la salud, la convivencia y, en consecuencia, también la economía.

No es que tengamos que convertir en máxima aquel mandato de un director del 'Times' que le obligaba a que ninguna información que pudiese atragantarle el desayuno a sus lectores fuera en la portada del ilustre periódico londinense; ni tampoco, como recomienda el sabio Leopoldo Abadía, saltarse la parte de la pandemia de los telediarios, ya que no hay necesidad de que nos amarguen la existencia, porque bueno es conocer la forma de andar de la perrita, pero ni tanto, ni tan calvo; pero es que aquí andamos en el todos calvos. Escuchen discursos, oigan tertulias, revisen portadas y concluyan.

Reconozcamos y clamemos contra lo mucho que se hace mal, critiquemos el sinvivir del baile de las vacunas en el que nos han metido, con un sinfín de normas contradictorias que acentúan la ya casi insoportable fatiga pandémica, digamos con claridad que cuesta asumir que nos aturullen con toques de queda y cierres perimetrales sin que se activen los mecanismos suficientes para conseguir que estos sean efectivos o se permita el viaje de europeos y no los nuestros, penalizando los movimientos más que los malos comportamientos, como si lo importante fuera de dónde se viene y no lo que se hace mal; pero, con todo, aparquemos la acritud, el encono, la animadversión.

Empecemos por hacerlo nosotros, los de a pie, a ver si de una maldita vez cogen la onda esos que se dedican a la política y han olvidado que esta, palabras de Iñaki Gabilondo, ha de ser la gestión del disenso para llegar a algunos acuerdos en los que prime el sentido común y se atienda a los necesario.

¿Un imposible? Da la impresión, visto como se empeñan en mantener una dialéctica y unas mañas en las que no hay adversarios sino enemigos y mandan los vetos. ¿Sociedad enferma, país de cabreados? Lo parece. Construyamos esperanzas, aunque parezca un brindis al sol. Cuestión de salud mental y social.

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