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En el oscuro fondo de El Hoyo

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Es El Hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia, una cárcel imaginaria donde los de arriba comen a cuerpo de rey

Lunes, 20 de julio 2020, 10:58

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En una sociedad dividida en castas, cada escalón ofrece un bufete diferente bajo el argumento irrefutable de que la alimentación marca la calidad de nuestra existencia. Es El Hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia, una cárcel imaginaria donde los de arriba comen a cuerpo de rey, los del medio sacian su estómago con sobras y los del fondo pasan un hambre de perros. En la película, cada 30 días la rueda de la fortuna gira otorgando nuevo estatus a las parejas que habitan sus más de 300 pisos, una cruda metáfora sobre cómo subir y bajar peldaños marca a fuego nuestra supervivencia. Hombre rico, hombre pobre. ¿Caerá en algún momento el holandés Rutte al fondo de este agujero? «Obvio que no», que diría Zorion Eguileor.

Dudo mucho que la opulenta Europa esté dispuesta a perder algunos de sus privilegios en la mesa. Los llamados países frugales desayunan, almuerzan y cenan los 365 días del año entre el piso 1 y el 20 de edificio. No dejarán nunca que el festín descienda hasta que sus sibaritas gustos queden saciados. Sus reglas de urbanidad, pregonan, hay que hacérselas cumplir a los del sur, a los que ignoran las normas básicas del buen comer y se lanzan con las manos sobre las sobras. Todavía hay clases. «Obvio».

Entre el piso 20 y el 40 de la prisión futurista que intenta trastocar Ivan Massagué se colocan los Estados pobres de esta UE pegada a base de cumbres trasnochadoras. Los jefes de Estado de España, Italia, Grecia o Portugal esperan impacientes a que los señores del norte les manden el sustento que necesitan para llenar las despensas vacías a causa de la pandemia. Será más o menos -750.000 millones de euros siempre rentan-, pero a estos niveles la comida al menos alcanza para cubrir básicos. «Obvio».

Las tripas se quejan más entre los pisos 40 y 100 donde la comunidades autónomas se comen las uñas a la espera de salten migajas del festín de arriba. El fondo de una ensalada, las raspas de un pescado, las papas que acompañaban el asado de carne, una manzana podrida...los 16.000 millones prometidos por la ministra de Hacienda no serán exquisiteces pero al menos callan el hambre. «Obvio».

¿Y del 100 al 300? En la parte baja del escalafón, los cabildos y los ayuntamientos pasan el día de ayuno forzoso, dormitando en un catre víctimas de la fatiga que provoca el espejismo de miles de millones de euros durmiendo en los bancos sin que María Jesús Montero se apiade. «Un mendrugo de pan, por favor», gritan desde el fondo cuando el ascensor solo trae bandejas vacías. «Obvio» que seguirán pasando hambre, que diría el irrepetible Zorion Eguileor.

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