Constitución, memoria democrática y el pulso de una juventud que mira al futuro
Es un recordatorio de que los derechos conquistados no son inmutables y de que la democracia, para permanecer viva, necesita del impulso de quienes hoy tienen menos de 30 años
Orlando Rodríguez
Centro para la Investigación y la Divulgación de la Memoria Histórica y Democrática de Canarias
Sábado, 6 de diciembre 2025, 05:00
Cada 6 de diciembre, España vuelve la mirada a 1978, a aquel momento en que la ciudadanía ratificó una Constitución que marcó el tránsito de ... la dictadura a la democracia. Sin embargo, más de cuatro décadas después, la celebración del Día de la Constitución ya no consiste solo en recordar un texto jurídico o un hito histórico. En un país que ha avanzado en políticas de memoria democrática, la fecha invita también a reflexionar sobre lo que supone defender hoy las libertades y sobre cómo las nuevas generaciones se relacionan con ese legado.
La Constitución nació en un contexto muy distinto al actual. Fue, para muchos, la llave que abrió la puerta a una vida en libertad tras décadas de represión. Aquella generación que hizo posible la transición dejó testimonio de un esfuerzo colectivo que hoy continúa siendo esencial comprender y transmitir. No se trata de nostalgia, sino de responsabilidad: la democracia no se hereda; se construye y se cuida.
En los últimos años, España ha avanzado en el reconocimiento de las víctimas de la dictadura, en la exhumación de fosas y en la recuperación de historias que durante mucho tiempo quedaron silenciadas. La memoria democrática, más que una mirada al pasado, es un ejercicio de presente: una forma de asegurar que la verdad y la dignidad de quienes lucharon por la libertad no se pierdan en la bruma de los aniversarios.
En este escenario, la juventud ocupa un lugar central. Muchas veces se afirma que los jóvenes están desconectados de la historia, pero esa distancia es más compleja de lo que parece. Para quienes nacieron en pleno siglo XXI, la democracia puede resultar algo dado por hecho; sin embargo, en un tiempo marcado por la desinformación, la polarización y la incertidumbre económica, la defensa de los derechos adquiere un nuevo sentido.
Lejos de la apatía, multitud de jóvenes participan hoy en movimientos por la igualdad, el clima, los derechos humanos o la diversidad. Aunque quizá no utilicen el lenguaje de sus abuelos, su compromiso con la justicia social y con la ampliación de libertades entronca directamente con el espíritu constitucional. Su ciudadanía es más digital, más global y más crítica, pero no menos democrática.
La tarea que se abre ahora es doble: reforzar la educación cívica y democrática para conectar a las nuevas generaciones con la historia de la que forman parte, y adaptar las instituciones para que respondan a los retos del presente, no solo a los del pasado. La Constitución, aun siendo un pilar esencial, necesita dialogar con una sociedad que ha cambiado profundamente.
En este 6 de diciembre, recordar la Constitución desde la memoria democrática no es un ejercicio ritual. Es un recordatorio de que los derechos conquistados no son inmutables y de que la democracia, para permanecer viva, necesita del impulso de quienes hoy tienen menos de 30 años. El futuro no será una mera continuación del legado de 1978, sino el resultado de cómo la juventud decida reinterpretarlo, defenderlo y transformarlo.
Porque la democracia no solo se celebra: se practica, se debate y se renueva.
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