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El nuevo y el viejo PSOE

EDITORIALES ·

Los festejos por los 40 años de su primera victoria electoral en la Transición no ocultan el choque generacional en el socialismo

Domingo, 30 de octubre 2022, 00:41

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El PSOE celebró ayer con un acto masivo en Sevilla su apabullante victoria electoral en 1982 que le llevó por primera vez al Gobierno tras la dictadura franquista que lo persiguió y que, con una insólita mayoría absoluta -202 escaños en un Congreso de 350-, le proporcionó la llave para emprender un cambio político de resonancias históricas. Cuarenta años después, es el partido que más tiempo ha permanecido en el poder desde la Transición, a la que puso broche aquella generación que, encabezada por Felipe González, asentó los pilares de la democracia, contribuyó decisivamente a la modernización del país y lo integró en la Unión Europea. Entre ataques al PP por «incumplir la Constitución» al torpedear de nuevo la renovación del Poder Judicial, Pedro Sánchez se proclamó ayer heredero de aquel legado y rindió tributo al líder que lo hizo posible pese a las manifiestas diferencias entre ambos sobre la gestión del actual Gobierno y los socios en los que se apoya.

Nada más natural que el presidente reivindique los logros de aquel PSOE -reconocidos ahora, con efecto retroactivo, hasta por la oposición de centro-derecha- que ayudó a consolidar los derechos y libertades tras el fallido golpe del 23-F y a construir el Estado de Bienestar que hoy conocemos. Aunque solo sea para contraponer, en busca de réditos electorales, el modelo de socialdemocracia que encarnó y la alternativa del PP. Pero ese guiño a los votantes moderados presenta contradicciones con la trayectoria más próxima del partido tanto por su coalición con Unidas Podemos -González evitó gobernar con el PCE e IU- y su dependencia de ERC y EH Bildu como por algunas políticas desarrolladas. Sin olvidar que el 'viejo PSOE', cuya gestión empañaron en parte los escándalos de corrupción y la 'guerra sucia' contra ETA, fue un pieza esencial en el 'régimen del 78' del que abominan los aliados del Ejecutivo.

El mantenimiento de las señas de identidad de una fuerza política no tiene por qué ser incompatible con su adaptación a las circunstancias de cada momento. Ni el PSOE actual puede ser el mismo que el de hace 40 años ni esos procesos suelen estar exentos de tensiones. La ausencia en el acto de ayer de Alfonso Guerra y la de la gran mayoría de los barones socialistas se presta a hablar no ya de choque generacional, sino de sensibilidades diferenciadas que es posible que emerjan en función de los próximos resultados electorales.

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