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Nacionalistas por obligación

«No pintamos nada, a no ser que haya un canario en Madrid con dotes de mando o hagan falta los votos de los canarios»

Martes, 21 de julio 2020, 21:24

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Gaumet Florido

No comulgo con la filosofía de los nacionalismos, y menos me gustan las consecuencias a las que han dado lugar. Ningún tipo de nacionalismo, ni los chicos ni los grandes. Creo en la diversidad cultural y lingüística en el marco de un mundo globalizado donde las fronteras, al menos en teoría, tienden a ser más permeables. Me chirría que se use la diferencia como argumento político para marcar distancias con el vecino o para justificar separatismos.

Ahora bien, y aunque me cueste reconocerlo, hay pueblos a los que les ha tocado ser nacionalistas por obligación. Canarias es un ejemplo. Es lo que se llama un nacionalismo pragmático, aquel que busca una voz en Madrid, ante el poder estatal, que de otra manera quedaría aplastada por el centralismo excluyente de los que llevan las riendas de este país. Y esto es tan viejo casi como el mundo. No pintamos nada, a no ser que haya un canario en Madrid con dotes de mando o el gobierno central necesite de los votos de los diputados canarios en el Congreso.

Los famosos votos 175 y 176 de CC y NC, por aludir al último escenario favorable que nos dio la aritmética parlamentaria, no son sino un remedo moderno de aquella trascendental etapa de Fernando León y Castillo como ministro de España. De no ser por su influencia en Madrid no habría llegado el dinero para la construcción del Puerto de la Luz, la infraestructura que más ha marcado el devenir de esta isla y hasta de Canarias entera.

No podemos olvidar que durante siglos no fuimos más que tierra de destierro, una comunidad empobrecida que se antojaba una cárcel de aislamiento para los enemigos del Estado. En realidad, ese sino nos persigue desde el inicio de los tiempos, como defiende el prestigioso historiador Antonio Tejera Gaspar en su último libro Bereberes contra Roma. Según su tesis, los primeros pobladores de Canarias fueron etnias bereberes rebeldes deportadas a las islas por su enfrentamiento con Roma. En fin, todo esto se me viene a la cabeza cuando veo al gobierno de Pedro Sánchez dándonoslas con queso a cuenta de los convenios, un día sí y otro también. Y me consta que al socialista Ángel Víctor Torres le duele tanto Canarias como a Oramas o a Quevedo. El problema no está aquí. Es en Madrid.

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