Matemáticas y borrones

Las matemáticas son fundamentales en la vida. Hay cosas y personas que restan, que chupan la energía como si únicamente la sangre de los demás las alimentase. Otras suman tanto que engrandecen lo que las rodea, haciéndote mejor o al menos empujándote a desear serlo. También están los que dividen para echar la caña en río revuelto, los que multiplican panes y peces, e incluso quienes aportan una simple regla de tres con su sonrira un día cualquiera. Hay tanto y tan variado que tampoco es cuestión de andar siempre calculadora en mano: ¿no se tropezará muy pronto el presidente Pedro Sánchez si cada uno de sus pasos responde solo al vaivén de las encuestas?

Y es que los números pueden convertirse un problema si lo invaden todo. Aplicar el teorema de Pitágoras al desgaste electoral que provoca en el Gobierno la gestión de la pandemia es tan peligroso como quedarse al descubierto cuando llueven piedras. «En todo triángulo rectángulo la longitud de la hipotenusa es igual a la raíz cuadrada de la suma del área de los catetos», susurra Iván Redondo al oído del líder del PSOE de camino a un acto sobre la vacunación. Resultado del consejo: patadón de toda responsabilidad hacia las comunidades autónomas.

Al hilo del resultado de los sondeos, Sánchez también marea ahora la perdiz aplicando el principio de Arquímides al efecto que tendrán los indultos al procés en la valoración de su gestión entre los ciudadanos. «Un cuerpo sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical igual al peso del líquido desalojado», dicta por telegram el fontanero José Luis Ábalos mientras el jefe del Ejecutivo español se rasca la cabeza. «Vale, vale, entonces concordia es igual a alargar la legislatura con el apoyo de los independentistas, que sumado al 'número pi' implica confiar en que los fondos europeos y la mejoría económica anulen el efecto Ayuso de aquí a un año», murmura de corrido el jefe del Gobierno hasta que la foto de Puigdemont cruzando la frontera lo enfanga todo.

Goma en mano, Sánchez aborda nuevos problemas matemáticos con la confianza de que René Descartes lo ayudará a salir del laberinto. Las coordenadas cartesianas le sirven para calcular un eje plano por el que avanzar si Marruecos se empeña en mover la abscisa mientras Brahim Gali siga en el hospital de Logroño. «Éste que lo resuelva González Laya», grita el presidente arrepentido de que en tercero de instituto se inclinara por elegir letras puras. Los números, para otro.