Más canarios
El volumen de la población en Canarias se soporta gracias a la llegada foráneos. El año pasado, con los últimos datos registrados, el 94,2% del incremento de habitantes en las islas se debió a la inmigración. Es una tendencia que crece sin parar desde el comienzo del siglo XXI, nada extraño para un gobernante que se interese por el tamaño de su pueblo.
La gran mayoría, casi el 86% de este movimiento de magma, procede del extranjero. Para entenderlo, por cada canario autóctono que se subió al padrón, llegaron 19 personas del exterior a instalarse en este suelo maravilla del Atlántico Medio. Sólo una de ellas vino de la península. Las cifras de ahora son modestas si se comparan con los registros de hace 7 años, cuando más apretaba la crisis. Entonces las Islas sirvieron de refugio a una masa equivalente al número de parados que se acumulaba en su interior, saquen ustedes sus propias conclusiones. Aunque digan que se fueron muchos, lo cierto es que son más los que vienen, en un flujo persistente.
No son cifras de turistas, ni se trata de un fenómeno pasajero.
Es, sobre todo, un cambio radical en la estructura del mercado de trabajo, porque en lo que va de siglo, la población extranjera ha crecido un 223% en las islas, mientras que el volumen de población en conjunto remontó un 25%, por la escasa mortalidad y el aporte de material externo. En una época de secano en los paritorios, este giro demográfico abre una configuración distinta de la sociedad canaria. Una nueva colonización, sin trámites de adaptación al paisaje ni a la historia.
Por esto resulta enternecedor que el presidente isleño pida ahora que los empresarios contraten a más canarios. Es la misma letanía que este nacionalismo errante tararea desde hace más de una década con el éxito descrito anteriormente. Con eso y unas clases de inglés saldremos de pobres.