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Se veía venir. El adiós de Manolo Márquez era previsible en cuanto que un irregular arranque y, sobre todo, el no atisbar un cambio en el juego por parte del equipo constituía un horizonte, cuando menos, muy incierto de cara a salvarse una temporada más en Primera División. Exceptuando la marcha de Roque Mesa, por lo demás parece que hay mejor plantilla que el curso anterior. Sin embargo, algo se antoja mal en cuanto que concurre por un lado la ausencia de ilusión en el cuadro técnico (desde el primer momento no enganchó a la afición) y por el otro permaneció durante el verano la larga sombra de Quique Setién; un técnico querido y valorado por el respetable porque supo impregnar un estilo en el campo a la Unión Deportiva Las Palmas. Además, la promoción de Márquez del filial al primer equipo de una sentada se sospechó precipitada. Por no mencionar las victorias últimas de Setién a cargo del Real Betis; incluida, en calidad de visitante, al Real Madrid mientras el conjunto amarillo perdía en Sevilla.

En cierta medida, Márquez se ha visto obligado a ser una pieza del tablero soterrado en el que se dirimían las diferencias entre Miguel Ángel Ramírez y Setién. Y que al tiempo de la dimisión de Márquez se sepa ya que seguirá vinculado al club con otras responsabilidades, hace pensar que la renuncia ha sido pactada con Ramírez. Eso sí, se ha ahorrado jornadas de sufrimiento. Porque una derrota el próximo domingo en Barcelona, que entra en los pronósticos habituales, solo hubiera enredado más esta situación.

El anterior encuentro en el recinto de Siete Palmas contra el Club Deportivo Leganés fue una de esas tardes en las que te replanteas si mereció la pena renovar el abono. Un partido gris, cuando no directamente soporífero, en el que la Unión Deportiva Las Palmas estuvo adormilado y sin garra. Sin ninguna frescura. En fin, que el propio Márquez era consciente de cómo aterrizaba en el banquillo amarillo y que las dudas han estado presente desde el mismo inicio de la campaña; no había buena pretemporada, que la hubo, que cambiase el escenario. Márquez se marcha para no enquistarse, para no verse presionado. Y, en un ejercicio de lucidez, se pone a un lado porque intuía que esto no iba a marchar bien en las siguientes semanas. Toca pasar página. Y que Ramírez y su entorno encuentre rápido un entrenador que despeje esta incertidumbre para llegar a las fiestas de Navidad con una posición cómoda en la clasificación. No es mucho pedir si tenemos en cuenta que ya es la tercera temporada consecutiva en la máxima categoría. Y no es plan coquetear con el descenso.

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