Al proceso de recordar le precede el de seleccionar. Atesoramos en nuestra memoria miles de olores, imágenes, palabras o sensaciones quizás sentidas en la ... infancia o hace dos meses y, en cambio, olvidamos qué cenamos el lunes o la palabra precisa que tanto hemos utilizado y ahora no nos viene a la lengua. La memoria de los seres humanos es selectiva, como la mirada. Hay quien ve una barcaza cargada de personas que huyen de una guerra, la tortura o la miseria y ante la misma imagen, otros ven el peligro inminente de cientos de personas que van a 'okupar' sus casas cuando salgan al supermercado.
Los horrores del holocausto marcaron a una generación filosófica. La pregunta insistente era cómo la humanidad había podido tolerar la pérdida del sentido moral. Adorno y Horkheimer creyeron encontrar la respuesta en los excesos de la razón. Quienes le siguieron en la Escuela de Frankfurt refutaron esta hipótesis. Habermas introdujo el concepto de colonización del mundo de la vida, un proceso por el cual el lenguaje, medio que regula las relaciones, había sido sustituido por el dinero y el poder. Las consecuencias de ello eran la anomía en la esfera social y la psicopatología en la vida personal.
El diagnóstico de Habermas sigue sirviendo para entender nuestra sociedad actual. Que el dinero y el poder sean los medios que regulan las relaciones, incluso las más íntimas, las convierte en un mercadeo donde no cotizan la lealtad a las causas justas, la empatía, el bien común o el respeto al que no piensa como nosotros. Este sábado, en cientos de plenos municipales de toda España se escucharon solemnes llamamientos al diálogo. Hace años que sabemos que no son más que brindis al sol y parte de la tramoya.
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