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Los caminos de la vida

Los caminos de la vida

«El alzhéimer es un miembro más de mi familia. Al principio nos costó comprenderlo, pero ahora ya está más que aceptado»

Jueves, 1 de enero 1970

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Óliver Suárez Armas

Mi abuela tiene alzhéimer. Un mundo desconocido en mi familia, que nos descolocó durante los primeros meses, pero en el que nos hemos sumergido para empaparnos y dar respuestas a las diferentes situaciones diarias que presenta. Es uno de esos caminos por los que te lleva la vida y ni mucho menos imaginas.

Nos pilló desprevenidos, sin información ni preparación, pero quién lo está ante un caso así. La enfermedad neurodegenerativa del cerebro, esa que con más frecuencia produce demencia, llegó sin avisar a una mujer infatigable de 87 años, de las que siempre te mandaba a tu casa porque le gustaba estar sola en la suya. Independiente y lúcida, siempre con la chispa y la vitalidad que le daba vivir en un quinto sin ascensor. Subía y bajaba diariamente hasta perder la cuenta.

Piensas que el primer paso es normalizar la situación, pero no lo es. El bucle en el que entras no deja que lo sea. Preguntas, lees, te informas y mil cosas más para propiciar que sea el mejor compañero de vida posible. Te desgastas y aprendes a partes iguales, hasta que se convierte en un miembro más de tu familia, ese al que, al principio, cuesta comprenderlo y entenderlo, pero que ahora ya está más que aceptado.

Son lecciones de vida. Un viaje en el que nada se repite porque puede variar de un capítulo a otro. O eso crees en múltiples ocasiones, pero, lo cierto, es que la desorientación es general.

Casi tres años después, mi abuela cumplirá 90 el próximo mes de octubre, disfrutamos compartiendo sus anécdotas de hace muchos años, las que recuerda como si estuvieran sucediendo en ese momento. Justo lo que ya predomina más que el ahora. Lo inmediato parece tan lejano y lo lejano lo narra como si acabara de acontecer un minuto antes. Nunca antes gocé tanto pasar tiempo con ella realizando sus talleres o tareas, como pintar con una perfección y un pulso envidiables y pasarse horas cantando las canciones de José Vélez, mientras te repite que ella quería ser maestra, pero no la dejaron estudiar.

Son los caminos de la vida, los que compartes con tu familia y creces con el aprendizaje.

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