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Las distracciones de la política local

«La política local de hoy en día es de cartón piedra, es un decorado artificial de postureo ideológico vacuo»

Miércoles, 10 de octubre 2018, 13:20

Gaumet Florido

Fue concejal en los estertores de la dictadura y hasta 1979. Y luego repitió experiencia en democracia, en los 80. Presidió el PP de Telde y le tocó ejercer de oposición. Se llama Francisco Artiles y mañana el Ayuntamiento le pone su nombre a una calle. Aquella decisión, adoptada en 2011, recibió el apoyo unánime de la corporación local. Y no fue por compromiso, ni por postureo. Artiles representa a una generación de políticos, y los había en todos los partidos, que se han revelado como hechos de otra pasta. Había semillas negras, y también excepciones a la regla, pero por lo general aquellos otros políticos locales de los 80 eran mucho menos dependientes del artificio y del marketing que los actuales. Y aunque parezca un contrasentido, dado que venían de donde venían, y todavía podían quedar rescoldos de rencillas enquistadas durante el franquismo, eran también más abiertos al debate y al consenso. Mucho menos sectarios. Es más, Artiles cuenta que tenía, y tiene, buena relación con algunos de los que eran sus grandes adversarios.

«Hoy la política local está muy politizada». Esa es su forma de decirlo, con el talante empático y diplomático que le ha granjeado tantas simpatías en Telde. A mí me gusta ir un poco más allá. A mi juicio, la política local de hoy en día es de cartón piedra, es un decorado artificial de postureo ideológico vacuo que se distrae en la polémica buscada y en la crispación populista. No sé si Artiles lo sabe, porque ya no frecuenta tanto los plenos de lo que él llama la casa de todos, pero ahora los concejales, más que intervenir en el debate, lanzan soflamas, usan sus discursos como poses publicitarias, estudiadas para el aplauso facilón del público amigo, que, por cierto, es el único que suele venir a las sesiones. A la gente común no le interesa lo más mínimo lo que allí se debate, porque, primero, es mentira que haya debate. Los votos los traen programados desde casa. No le dan oportunidad al diálogo o al consenso, y para colmo, caen en el quiero y no puedo. Confunden un pleno de pueblo con una cámara de diputados porque al final hablan más del sexo de los ángeles que de lo que sufre la calle. Les encanta escucharse a sí mismos, pero se escuchan poco entre ellos. Ojalá cambie.

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