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Un numeroso grupo de playeros habituales de Las Canteras, de esos que bajan a nadar cada día del año, pase lo que pase, se han unido hartos de la desidia y el abandono que está sufriendo la joya de la corona de la capital grancanaria. Señalan, como voz autorizada, que el arenal está sucio, lleno de colillas, descontrol de mesas en el paseo, inseguridad, pérdida de la bandera azul sin soluciones, abandono de El Confital, y un largo etcétera. Cualquiera que acuda con cierta regularidad a la playa, se ponga en La Cícer o en La Puntilla, podrá comprobar que estos bañistas están en lo cierto.
Si a eso le sumamos el repugnante panorama que existe en las calles aledañas a la playa, con contenedores de basura podridos, olores nauseabundos y cero presencia policial, da la sensación de que los responsables públicos del área son de bañarse más bien poco. ¿Merece una de las mejores playas urbanas de Europa este abandono y maltrato sistemático por la incompetencia de los de siempre?
Claro que no, y debe ser un asunto prioritario en la agenda de la alcaldesa, que tampoco debe pisar mucho la arena. Ese paripé de la prohibición de fumar es un chiste de pésimo gusto, que queda muy bonito sobre el papel y muy sucio sobre la arena. Con Las Canteras, politiquillos de fotos y palabrerías, no se juega, ni se experimenta.
A la playa hay que cuidarla, respetarla y protegerla, volver a situarla en los niveles de excelencia perdidos, y sobre todo, poner algo de orden en este caos. Pero claro, para eso hay que ir por allí de vez en cuando, y eso, visto lo visto, es mucho pedir. Que viejos suenan los aires nuevos que soplan en la ciudad.
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