Inestabilidad en plena crisis
Del director ·
Es una pena que los cabildos no cuenten con el mecanismo de disolución anticipadaSiendo, como son, absolutamente legítimas las mociones de censura, y por tanto fuera de toda discusión en términos democráticos sobre su valía, uno quiere pensar que cuando se presentan es porque hay firme voluntad de mejorar lo anterior. Viendo lo que pasa en el Cabildo de Fuerteventura, cabe preguntarse si lo anterior es cuestión de ingenuidad. Y no solo porque haya pasado poco tiempo desde que se articuló una operación para desalojar a Blas Acosta del poder, sino porque quienes se han peleado ahora formaban parte hasta ayer del mismo barco.
A este paso, el Cabildo majorero va a recordar los peores tiempos de la política lanzaroteña, cuando se hacían y deshacían alianzas de la noche a la mañana, de manera que los amigos de hoy eran enemigos veinticuatro horas después. Todo ello en un tiempo en que quienes gobiernan y quienes opositan se llenan la boca con mensajes sobre la prioridad de las políticas económicas y sociales para paliar los estragos de la crisis sanitaria. Pero cuando se cruzan por el camino los intereses en materia urbanística, ya vemos que se tarda menos de un minuto en aparcar lo anterior y centrar todos los esfuerzos políticos en quitar a este o aquella para ponerse aquel o esta.
Es una pena que las corporaciones insulares, como las locales, no cuenten con el mecanismo de disolución anticipada y convocatoria de elecciones. Porque llega un momento en que se gangrena la convivencia entre los dirigentes políticos y solo cabe el remedio de que se pronuncien de nuevo los ciudadanos. Mientras, les toca sufrir en silencio la irresponsabilidad o la falta de altura de unos gobernantes que confunden interés público con interés de partido... y no digo otras cosas para no levantar falso testimonio.
Supongo que Blas Acosta se estará riendo de lo lindo en su nuevo puesto de viceconsejero de Economía. Al final tiene razón esa máxima que asegura que «otros vendrán que te harán mejor»... pero seguro que ríe más bien por no llorar ante el espectáculo que están dando los gobernantes en el Cabildo.
Había quien sostenía que si finalmente caía Blas Acosta, lo preferible era un pacto débil en el que pronto aflorarían las diferencias internas. Los hechos están dando la razón a los autores de esa teoría pero con tanta prontitud se salía del guion. Lo malo de acertar con ese pronóstico es quien sale perdiendo, con toda seguridad, es la isla de Fuerteventura. Y en paralelo la confianza ciudadana en sus gobernantes en un momento tan crítico.