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Imperialismo yanqui

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PRIMERA PLANA ·

Nadie ofrece una explicación ante semejante pasividad que no se corresponde a un Gabinete de izquierdas

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:11

Donald Trump no abandona la Casa Blanca sin dar uno más de sus recurrentes campanazos: reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Hechos consumados, al alimón de la práctica utilizada por Rabat en sus relaciones con España. Por lo que la Administración Trump le da un carpetazo al Derecho Internacional e impone la retórica de la fuerza (el temor de las armas) vía tuit para desdeñar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Eso sí, aprovechando la situación, obliga a Marruecos a reconocer a Israel. Dos por el precio de uno.

El mismo Estados Unidos que invadió Afganistán e Irak con la excusa de exportar la democracia, vende al pueblo saharaui y la vulneración de los derechos humanos que padece para complacencia de Rabat. Es el mercadeo de las relaciones internacionales. El uso indiscriminado de la amenaza de la fuerza que también conocieron en la Libia de Muamar el Gadafi durante la era de Ronald Reagan, aquellos bombardeos ochenteros que sería la antesala de lo que años después perpetraría George W. Bush. La guerra de Irak no contó con el beneplácito del Consejo de Seguridad de la ONU y se basó en las mentiras sobre la supuesta existencia de armas de destrucción masiva.

La cumbre inminente entre España y Marruecos era un peligro político al calor de la decisión de Trump. Sobre todo, para La Moncloa pues la incongruencia entre lo defendido por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se hacía aún más insalvable. Aplazarla a febrero suena a ganar tiempo y no a que Podemos influya para torcer la posición de Sánchez. Tan solo quieren guardar las formas, acompasar las medidas que van dejando cada vez más arrinconado al pueblo saharaui. Solo les queda Argelia y Rusia ante la pasividad, inacción y el mirar hacia otro lado de España. Ni siquiera conmueve el drama de los refugiados en Tinduf.

Y en Canarias persiste el clamoroso silencio del Pacto de las Flores. Se desconoce qué defienden en Presidencia del Gobierno más allá de las palabras protocolarias para quedar bien ante la galería. ¿Está realmente Ángel Víctor Torres comprometido con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD)? ¿Recuperará Torres la idea del plan Baker? ¿Por qué NC y Podemos no presionan más? Nadie sabe nada. Nadie pronuncia palabra. Nadie ofrece una explicación ante semejante pasividad que no se corresponde a un Gabinete de izquierdas. Transcurren los días y el Ejecutivo canario soslaya una problemática cercana que le atañe del todo. Y eso que la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, ha venido ya al archipiélago y se supone que mantiene contacto directo con Torres al calor de la pretendida expansión del espacio marítimo por Marruecos y la disputa a son de la extracción de minerales valiosos. Una guerra comercial que acaba de empezar. Lo suyo es que el gesto de Trump, tan próximo a que opere la Administración Biden, debería motivar que el Pacto de las Flores reaccionase y emplee la interlocución directa con La Moncloa. La esperanza de la comunidad saharaui en las islas va mermando al tiempo que crece el desencanto de la izquierda sociológica.

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