La gente se calienta

Morgan, con la maestría que acostumbra, lo reflejó con meridiana claridad en una de sus viñetas de esta semana: un Carmelito enmascarillado pregunta al camarero, ¿la pizza de esta salimos más fuerte, qué lleva? Desencanto, le contesta.

Y con el desencanto asoma un nuevo malestar. Un malestar heterogéneo que manifiestan negros y blancos, ultras y moderados; niños, jóvenes, maduros y hasta septuagenarios; racionales y conspiranoicos; ecologistas y consumidores compulsivos; orientalistas filosóficos y antivacunas de siempre; liberales del sexo, religiosos y sectas de toda la vida, en palabras del profesor de Sociología de la ULPGC Aniano Hernández.

Las movilizaciones de estos días en Madrid, con el aval de Podemos y la comprensión del PSOE, contra las selectivas medidas de confinamiento que afectan solo a los barrios pobres, son un ejemplo más de esta realidad. Durante el periodo de alarma fueron los vecinos del barrio de Salamanca, con el arrope de Vox y la simpatía del PP, los que se quejaron. Otro tanto está ocurriendo en Berlín, Londres y no digamos en Estados Unidos.

El cabreo crece, la incertidumbre, la preocupación y el miedo también y así la sinrazón puede imponerse. Mientras, pese a los avisos, el 'establishment' político, entretenido en salvas, como pudimos comprobar esta misma semana con el presunto armisticio sellado entre el presidente del Gobierno de España y la presidenta de la Comunidad de Madrid, de lo que se deduce que hasta ahora andaban en armas. En medio de una obscena escenificación, entre un bosque de banderas, muchos muertos después vienen ahora a decirnos que no se trata de una lucha ideológica sino epidemeológica.

¿Tanto cuesta entender que estamos todos en el mismo barco? ¿Tanto que lo importante es la eficacia contra el virus y no quien obtiene rédito político? Escuchar la sesión de control al Gobierno de esta misma semana en el Congreso de los Diputados resultó, una vez más, desolador. La segunda ola de la pandemia gana altura y ahí siguen en su burbuja cruzándose vetos y alimentando vanidades.

A la vista de lo visto, teniendo en cuenta que algunos se empecinan en no salir de su caparazón, mientras repiten llamadas a los ciudadanos a que de su responsabilidad y comportamientos depende corregir la pandemia, no es de extrañar que surja una alternativa tan heterogénea como descabellada que simplemente aúne la calentura que anida en la mayoría.