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Andan las universidades revueltas en este país. Las públicas, porque arremeten contra la proliferación de centros privados que reciben el reconocimiento de las administraciones y ... que, según su parecer, en muchos casos bajan el listón de las exigencias académicas y son más bien chiringuitos económico-financieros. Y las privadas porque discrepan de principio a fin del cambio en las reglas del juego que ha anunciado el Gobierno de Pedro Sánchez, que endurece precisamente las exigencias para que un proyecto de universidad reciba el reconocimiento oficial como tal.
En ambos grupos, sería injusto hacer tabla rasa. Hay universidades públicas que se han puesto las pilas y han sabido combinar calidad académica con equilibrio financiero y reconocimiento en el mercado y las hay que ni lo uno ni lo otro ni lo tercero. En las privadas, lo mismo: las hay incuestionables y solventes y las cuestionables e insolventes. Como también las hay muy cuestionables en cuanto a calidad académica pero, al menos a corto plazo, muy rentables para quienes las han montado.
Con ese punto de partida, una primera consideración: si alguien decide invertir sus cuartos en una universidad privada, allá él con su decisión. De la misma forma que si una familia decide que su hijo se forme en un centro privado y no en uno público, el riesgo es suyo y si después descubren que el título no tiene calidad, ya pueden pedir la hoja de reclamación en la universidad que eligieron.
Asimismo, creo que en esto el mercado sí funciona mejor de lo que pensamos y que al final los trampantojos académicos acaban siendo reconocidos. Si no hoy, quizás mañana o pasado, pero llega un momento en que las empresas que fichan a universitarios con títulos supuestamente de postín pero carentes de sustento real, acaban descubriendo el engaño.
Dicho todo lo anterior, las universidades públicas deberían sentarse en el diván y reflexionar sobre qué les ha pasado. Las hay que llevan tanto tiempo reclamando su autonomía a la hora de gestionarse y mirándose el ombligo, rehenes como son de una endogamia académica, que se les ha olvidado que si son públicas, lo son con todas las consecuencias y también con todas las exigencias. Esto es, que si se sustentan con dinero de todos, también es lógico que haya una rendición de cuentas y una fiscalización por parte de quienes administran esos recursos.
E insisto:no generalicemos. De manera que si alguien lee esto y se pica, será porque ajos habrá comido...
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