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Se suponía que con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, las guerras en Ucrania y Gaza tenían los días contados. Así lo ... dijo el propio presidente de Estados Unidos, que presumió de la celeridad con que había desbloqueado el diálogo con Putin para la paz en Ucrania, mientras que en lo relativo a Gaza sus palabras iban hacia terreno previsible: apoyo sin fisuras a Netanyahu e incluso bromas sobre lo bien que podrían vivir los palestinos si se fuesen a otro lugar y dejasen la que ha sido su tierra para un gigantesco 'resort' de lujo y casinos.
Este domingo, un nuevo ataque ruso con misiles ha devuelto a la realidad a los ingenuos. Putin está demostrando que el día que de verdad se siente en la mesa de negociación, quiere hacerlo con la sensación de que si para los ataques, hay que agradecerle el gesto y poco menos que proponer su candidatura al Nobel de la Paz. Mientras llegue ese momento, prefiere ir acumulando muertos. Le da igual si son civiles o militares, si son niños, mayores o ancianos... o si confiaban en tener un Domingo de Ramos tranquilo y se encontraron con la muerte.
En cuanto a los palestinos, más de lo mismo. Siguen pasando los días y las semanas y las bombas y las metralletas son las únicas que hablan. Quedan rehenes por devolver y quedan palestinos encarcelados por liberar, pero Netanyahu se parece a Putin en esa estrategia de sembrar el terror antes de hacer algún gesto de paz.
Si tenemos en cuenta lo ocurrido en los últimos diez días, cabe pensar que Trump se ha olvidado de sus promesas porque bastante tiene con su otra guerra: la de los aranceles. Sea así o no, lo evidente es que a su alrededor hay un gabinete que no es garantía de seguridad y coherencia. Ni ha cumplido lo dicho en las dos guerras abiertas ni está demostrando seriedad en el asunto de los aranceles, donde Estados Unidos ha perdido toda credibilidad. Sus vaivenes y las continuas correcciones sobre los productos afectados por gravámenes y la intensidad de los mismos no es propia de un país que lidera el mundo.
Volviendo a lo de Ucrania este domingo, puedo imaginar la cara que se le quedó al presidente Zelenski. Le tocó sufrir una humillación en público por parte de Donald Trump en su última visita a Washington y ahora es el presidente norteamericano el que hace el ridículo, pero nadie se atreve a ponerlo contra las cuerdas. A falta de las más que merecidas disculpas, se echó en falta que el presidente estadounidense saliese a condenar la última (por ahora) matanza rusa en suelo de Ucrania. Debe ser que el hombre estaba jugando al golf y no se enteró.
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