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Llegó Donald Trump en el minuto uno de su mandato, dio un puñetazo en la mesa advirtiendo del hartazgo de Estados Unidos asumiendo parte del ... gasto para defender a sus aliados y estos comenzaron, como pollos sin cabeza, a correr de aquí para allá buscando dinero para rearmarse. Siguió Trump y presentó un paquete arancelario a modo de castigo al resto del planeta por no hacerle caso con la primera advertencia, y los pollos volvieron a entrar en estado de efervescencia, acelerando su carrera a ver bajo qué piedra encontraban el dinero para elevar el gasto militar.
En esa línea, el presidente Pedro Sánchez compareció el pasado lunes en Moncloa, cosa que reserva para las grandes ocasiones, para presentar en sociedad un supuesto plan que no tiene el visto bueno de su aliado en el Consejo de Ministros y que también genera rechazo en parte de las formaciones que le ayudaron a ser investido.
En apariencia, Sánchez estaría cumpliendo con el mínimo de gasto militar que exige Estados Unidos, si bien en la práctica hay bastante de artificio contable en el pretendido plan, porque incluir en el mismo la subida salarial de los militares no parece que sea un cambio en la estrategia militar, sino más bien una política social.
Pero lo que no hay es un plan de actuación en materia militar. Como tampoco se ve una reflexión de fondo sobre lo ocurrido y la necesidad de ese giro impuesto por EE UU. Porque digo yo que si dentro de cuatro años en lugar de Donald Trump vuelve a estar en la Casa Blanca un presidente demócrata abiertamente aliado de la UE y pacifista, ¿habrá que deshacer el camino que ahora se quiere andar? Y si Trump sella un acuerdo con Putin y pone fin a la guerra de Ucrania humillando aún más a este país, ¿qué hacemos con los compromisos militares alcanzados con Zelenski? ¿Le pediremos que devuelva el dinero y además con intereses?
A eso se añade que hurtar el asunto al Congreso no parece de democracias serias. La política de defensa es asunto de Estado, como también la de exteriores; es más, ambas deben ir perfectamente vinculadas. Y para el perfecto desarrollo de las dos, es clave contar con Presupuestos. Si lo primero no se lleva al Congreso, lo segundo tampoco -como ya vimos en el giro respecto al Sáhara Occidental- y lo tercero se soslaya con un prórroga que se eterniza, pues acaba resultando lo que tenemos:otra carrera desenfrenada sin rumbo para sumar otro día en Moncloa.
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