¿Pero qué hiciste, Donald?
Putin es, por ahora, el único ganador del encuentro en Alaska
Supongo que en Anchorage se estaban ya frotando las manos. Seguro que más de un empresario habría encargado la línea de 'merchandising' para inmortalizar la ... ciudad de Alaska en tazas, platos, camisetas, muñequitos y demás inventos. A fin de cuentas, todo pintaba bien. En los libros de historia se incluiría un capítulo dedicado a Anchorage al igual que los hay para Yalta y Postdam... Iba a ser la ciudad donde se pondría fin a la guerra en Ucrania o, al menos, donde se anunciaría un alto el fuego que fuese el comienzo de la paz.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya soñaba con Anchorage como el trampolín para esa candidatura al Nobel de la Paz promovida por Netanyahu, que es algo así como si el conde Drácula hace campaña en favor de la donación de sangre, pero sin gracia alguna. Se habilitó la correspondiente alfombra roja y por ella pasearon Trump y su homólogo ruso, Vladimir Putin. Todo pintaba bien a priori, porque, seamos sinceros, Zelenski y su empeño de mantener a flote la dignidad de Ucrania ya habían sido pisoteados en el Despacho Oval de la Casa Blanca en directo, ante los ojos atónitos de Occidente (ojos atónitos pero boca cerrada, porque así de triste es lo que sucedió entonces).
Pero todo se torció. Salvo un giro de guion propio de serial de Netflix, Putin es el único ganador del encuentro en Alaska. Ha pasado de ser un proscrito a ser bendecido por Trump pero sin ceder un milímetro. Más bien todo lo contrario: no quiere devolver nada del terreno ganado y aspira a hacerse con todavía más.
La puesta en escena de Putin y Trump en la comparecencia ante la prensa empequeñeció al inquilino de la Casa Blanca y empoderó todavía más al dirigente ruso, que demostró que tiene muchas más tablas que el presidente de Estados Unidos en el arte de engañar y llevarse el botín.
Este lunes se anuncia otro encuentro: Zelenski coge el avión y se va a Washington, secundado por Europa, que en todo esto ha ido de actor secundario y ahora intenta sacar la cabeza. Después de lo visto en Alaska, quizás Zelenski debió haber exigido a Trump que se desplazara él y que lo hiciera a Kiev, para que sepa lo que es dormir con la incertidumbre de cuándo sonarán las sirenas alertando de un nuevo bombardeo ruso.
Esta partida no ha acabado pero de momento Putin, que estaba cuestionado por su incapacidad para ganar la guerra, ha cogido aire. Y se lo ha regalado Donald Trump, que ha hecho literalmente un pan con unas tortas diplomáticas.
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