La Feria, dirección Moncloa. En hora

Decía Aristóteles, en su 'Teoría de la Soberanía', que «todas las ciencias, todas las artes, tienen un bien por fin; y el primero de los bienes debe ser el fin supremo de la más alta de todas las ciencias; y esta ciencia es la política. El bien en política es la justicia; en otros términos, la utilidad general».

Por su parte, Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, y uno de los 'padres fundadores' de la nación norteamericana, refería que «cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública».

Amanecemos, en el ecuador de este mes de octubre, escuchando con estupefacción al presidente catalán, Pere Aragonés, declarar ante TV3 que hubiera (supuestamente) pactado con el Gobierno de Pedro Sánchez que, desde Moncloa, no se recurriera la normativa catalana que sortea la obligación de impartir un mínimo de un 25% de horas lectivas en castellano en las aulas catalanas. Una de las claves, refería el señor Aragonés, para reactivar la denominada como 'mesa de diálogo' entre ambas partes.

Y llegábamos, a este amanecer, con la sorprendente falta de respeto institucional, por parte de Sánchez, materializado en su retraso protocolario acontecido, ante la puerta del vehículo oficial de Sus Majestades, los Reyes de España, durante los actos de celebración de la Fiesta del Día Nacional. «He salido a menos cuarto, cuando me han dicho», dicen que argumentó el presidente como excusa.

Que seguro le servía igual cuando, saltándose nuevamente el protocolo, abandonó la posterior recepción oficial en el Palacio Real, antes que el propio Rey Felipe VI. El cual, como anfitrión, debe ser siempre la última autoridad en llegar, y la primera en irse. Cuestión de ceremonial de Estado.

Al día siguiente, desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, el Presidente Sánchez, además de volver a confundirse, por enésima vez, respecto a los preceptos de nuestro Régimen Económico y Fiscal canario (incluso refiriendo que aquí ya recibimos, no un 75, sino un 80% de bonificación para los traslados aéreos y marítimos, como contraprestación a la gratuidad de los trenes en la península), se atrevió incluso a señalar a determinado medio de comunicación, como otro de esos «poderes y fuerzas ocultas» que, según él, dinamitan informativa y públicamente sus dotes como gran gestor presidencial.

Lamentable señalamiento de todo un presidente de España, que ya anteriormente, había puesto en práctica al apuntar con el dedo a la presidenta del Banco de Santander, Ana Botín, y al presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán. «Si Botín y Galán protestan, es que vamos por la buena dirección», respondió ufanamente Sánchez ante las críticas por haber acudido al señalamiento como arma arrojadiza contra los empresarios.

La buena dirección es la que nos lleva o ha llevado estos días a La Feria, en Las Palmas de Gran Canaria, con la presencia del próximo inquilino de la Moncloa, y futuro presidente de todos los españoles y españolas, Alberto Núñez Feijóo. Buena dirección para toda nuestra gente en Canarias, y para la sociedad española en general, porque frente a la confrontación, gestión; frente a la polémica, moderación; frente a la desconsideración a nuestro marco constitucional y autonómico, integración y respeto; y frente a la división y narcisismo, sentido de Estado y un plan, preciso y conciso, para gobernar España. En términos, claro está, de utilidad general, como decía Aristóteles.

La Feria, dirección Moncloa. En hora. O como también leemos en los paneles de nuestros aeropuertos, 'on time', 'pünktilich'.

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