Los errores de Escrivá
Del Director ·
Cometió la torpeza de decir abiertamente lo que piensa que va a pasarSi creemos al ministro José Luis Escrivá, se equivocó o se le entendió mal cuando dijo el otro día que las generaciones de cuarentones y cincuentones están condenados a trabajar más años o asumir que su pensión será más escasa. Lo de que se le entendió mal no cabe, pues todo el mundo hizo la misma interpretación. Es más, sus palabras no dejaban margen para la duda. Así las cosas, sería una metedura de pata, pero resulta que llueve sobre mojado: estamos hablando de un ministro con una especial habilidad para errar. No hay más que recordar cómo afrontó hace más de un año el repunte migratorio en las islas y cómo fue capaz de pelearse con quienes lo recibían con la consigna, por aquello de ser del Partido Socialista, de ponerle la alfombra roja. En Fuerteventura, por ejemplo, se la colocaron... pero para que se marchase de una vez.
Cuando Pedro Sánchez conformó su Gobierno, se decía que Escrivá era un experto en gestión, control de cuentas y en el sistema de pensiones. Sucede que le endosaron entre sus competencias las migratorias, una solución que ya hemos visto que ha sido un desastre, pues un mismo asunto se diluyó entre Exteriores, Interior y Migraciones, con el añadido de Defensa puesta de perfil y mirando para otro lado. Y cuanto hay tantas manos para resolver un mismo problema, lo fácil es que los competentes se vuelvan incompetentes.
Desde el punto de vista político, Escrivá no hace más que generar problemas al propio Sánchez. De hecho, los acuerdos con agentes económicos y sociales son fruto en gran medida de los puentes que tiende el propio Sánchez desde Moncloa y también por la mano izquierda -precisamente eso, izquierda- de la ministra Yolanda Díaz.
Y desde el punto de vista de la gestión, Escrivá no termina de aclarar la letra pequeña de la reforma de pensiones. De hecho, este asunto sigue siendo una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia. En la memoria queda también como Barea, entonces nombrado por José María Aznar para fiscalizar las cuentas públicas, tuvo que irse a su casa por exponer abiertamente que el modelo de pensiones era insostenible y que lo aconsejable era buscar prestaciones privadas -quien pudiera permitírselo-. Con Escrivá sospecho que ha pasado algo similar: no es que se equivocase, sino que cometió una gran torpeza política, que no es otra que decir abiertamente lo que piensa que va a pasar. Y la consigna política es no ser transparentes si la noticia es mala.