¿En qué quedó lo de ir a mejor?
«Insultos como matasanos, ratas, parásitos y miserables cimentan la política poscoronavirus»
Gaumet Florido
Durante semanas me tragué ese sapo. Puede que me engañara a mí mismo y que, debilitado ante lo devastador del escenario que nos rodeaba, me dejara llevar por esa siempre sana corriente de buen rollo y esperanza que emerge de la peor de las crisis. Un agresor invisible mataba a casi 1.000 personas a diario, nos separó, al menos físicamente, de nuestros seres queridos y amigos, nos encerró en casa y nos expropió nuestra más elemental rutina. En un contexto así es bastante fácil dejarse arrastrar por todo aquello que nos parezca un salvavidas, aunque no sea más que un cruel trampantojo. Por eso debí creerme aquello de que, a lo mejor, quizás, quién sabe, de este golpe saldríamos fortalecidos, más unidos... en fin, con otros valores.
No he podido ser más iluso. Ya me lo advirtió con cierta desgana una buena amiga de la carrera. «Olvídate, todo seguirá igual, la gente olvida rápido». Viniendo de ella tenía si cabe más valor. La Covid-19 se llevó a su padre sin piedad. Alguien a quien de verdad ese bicho le cambió la vida me dejaba claro que esta pandemia solo dejaría víctimas. De entrada, que sepamos, más de 25.000 mortales. Solo en España, claro. Y luego quedarán las que pagarán el pato de la crisis. ¿Y en qué quedó todo aquello de la sociedad más unida, más solidaria, más centrada en lo importante, en valorar las pequeñas cosas, y no en lo superfluo o en lo partidista?
Fue un espejismo. Solo nos engañó el foco de nuestra mirada. Necesitábamos visibilizar a la gente que encarnaba esos valores. Y lo hicimos, porque tocaba, pero no son más ahora que los de antes. Son los mismos que ya estaban. Hubo mucha hipocresía detrás de los aplausos. Esta sociedad sigue corrompida, sedienta de odio. Vea si no el Congreso. Nadie está a la altura. Un gobierno desbordado al que le cuesta consensuar, enrocado, que confunde la sobreexposición mediática con la transparencia, y una oposición (la mayoría) que ya saliva votos porque huele la sangre del enemigo herido.
Insultos como matasanos, ratas, parásitos y miserables cimentan la política poscoronavirus, la de los mimbres para la reconstrucción. Así es como se dialoga en el que debería ser el templo del debate y de la palabra. Si en esas andan en el hemiciclo, ni les cuento en la calle. Me temo que esa España de siempre, casposa, sucia y cainita, ha vuelto a salir indemne. Ni la Covid-19 puede con ella.