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El Cabildo y la Euroliga

El Cabildo y la Euroliga

«Le toca al club, fuera de la cancha, demostrar que tiene músculo para encontrar recursos económicos»

Jueves, 1 de enero 1970

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En términos épicos hay pocos episodios en la historia del deporte en Gran Canaria que emulen la clasificación del Herbalife Gran Canaria para la próxima edición de la Euroliga; la vieja Copa de Europa, la traducción cestista de la Liga de Campeones. El Guaguas Las Palmas, el Cadagua Gáldar y, recientemente, el Rocasa Remudas han protagonizado momentos memorables en competiciones continentales, pero estamos hablando del torneo de baloncesto por equipos más relevante después de la NBA.

A algunos nos crecieron los dientes con aquellas retransmisiones de TVE en sonido mono, con ensordecedores pabellones llenos de humo. Las primeras Final Four. La Jugoplastika de Kukoc o Radja, el Limoges entrenado por Maljkovic y el Barcelona de Aíto siempre nadando para morir en la orilla. Y así hasta los actuales tiempos en alta definición, con el Madrid de Laso imponiendo una nueva dinastía. Poco, muy poco, se ha reconocido estos días la importancia de lo logrado en la cancha por el equipo que ha guiado un discutido hasta el extremo Luis Casimiro.

Pero el vellocino de oro no debe cegar la cordura. La aportación de dinero público. Resulta una anomalía, un debate que todavía no se ha diseccionado con el escrúpulo adecuado, el desembolso que cada año se hace desde el Cabildo de Gran Canaria para equilibrar el presupuesto claretiano. Partiendo de esa base financiera, que supera los tres millones, no se puede pedir a la institución que doble sus ingresos para poder construir una plantilla acorde a la arquitectura de una competición con presupuestos medios de más de 20 millones.

El Cabildo siempre fue movilizado por la calle para los rescates a la Unión Deportiva que firmó en 1992 y con el contrato a 20 años que salvó la concursal en 2006. También lo fue, de rebote, en la supervivencia del Club Baloncesto Gran Canaria en la conversión en Sociedad Anónima de junio de 1992. Ahora no le toca.

Ahora le toca al club demostrar que hay músculo dentro de una directiva de pose fantasmal y con, por el momento, poco recorrido. Esperar que la inyección presupuestaria vuelva a proceder del dinero público es una posición cómoda e inadecuada para estos días. El éxito en la cancha es irrebatible. Pero el crecimiento del club se ha estancado. Con un pabellón moderno y con vías de explotación aún no exploradas. Con la posible mejor temporada de la historia sin gancho alguno con la afición, que apenas cubre la mitad del aforo incluso en los partidos más importantes del año. Toca mostrar autosuficiencia con respecto a lo público.

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