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Son las cifras de la vergüenza. De la miseria humana. De la irresponsabilidad de una sociedad acostumbrada a lo instantáneo y lo efímero sin rendir cuentas. Aún sabiendo que el maltrato y el abandono de animales está prohibido por ley, son muchos los que compran o adaptan perros o gatos como regalos navideños en esta época. Es alarmante pensar que dentro de unas semanas, después de las fiestas, o con más suerte en unos meses cuando se hayan cansado o lleguen las vacaciones de verano, haya familias que tendrán el coraje de abandonar a su mascota, ya sea porque no lo pueden cuidar, porque no tienen espacio, van a tener un bebé o, aún peor, porque ya no les guste. Otros son maltratados, también mutilados, abandonados en azoteas o fincas y secarrales e, incluso, usados para peleas por mera diversión. El abandono no es estacional, es un problema crónico que se ha agravado en los albergues públicos y protectoras de animales en los últimos años.

Según las cifras desveladas hace unos días por el Cabildo de Gran Canaria, de los 3.514 animales entregados en 2017 en el Albergue, 2.524 fueron entregados por los ayuntamientos, a los que hay que sumar el número de animales que han atendido directamente las protectoras, un número similar. Canarias, y Gran Canaria en concreto, lidera la estadística. La isla registra uno de los mayores índices de animales abandonados de Europa con entre 5.000 y 7.000 cada año. Un dato vergonzoso que debería hacernos replantearnos nuestra educación y la de las nuevas generaciones.

De nada valen los esfuerzos de la administración pública, las campañas de ayuntamientos y Cabildos, si no hay una concienciación ciudadana sobre el cuidado de las mascotas y la importancia de esterilizar para evitar camadas indeseadas. Campañas de castración gratuitas en colaboración con los colegios y facultades de veterinaria, iniciativas como la nueva web de adopciones del albergue insular, la persecución de criaderos ilegales, la prohibición de la venta de animales en tiendas y el endurecimiento de las penas por maltrato o abandono animal pueden ser soluciones eficaces a un problema que no solo se limita a Navidad o el verano.

Pero la educación siempre será la mejor forma de prevenir un grave problema de nuestra sociedad que apenas tiene foco por la tendencia a cosificar a los animales. No solo se trata de afinidad a otro ser vivo, el abandono también cuesta millones a las arcas públicas. Sobre las personas que abandonan o maltratan animales sobran los descalificativos. Suelen ser personas sin implicación social, sin apenas empatía por los demás y con pocos escrúpulos.

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