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La duda es un volcán bajo un mar en calma. Nada en la isla escapa a esa incógnita, y sin embargo, nadie se detiene ante ella. La vida en El Hierro discurre a favor de la pequeñas cosas, ordenadas sobre la abnegación y el esfuerzo que impone la lejanía.

Para ir al cine hay que coger un avión, o para ir al médico especialista. El mar lo impone todo, no sólo en el horizonte. Es la gran industria y la fuente de entrada de suministros. A pesar de ello, es la única isla canaria con un solo puerto. Todavía se vive pendiente del estado de las mareas y en días malos aún se apuesta si el barco entra o no entra. Visto desde la necesidad herreña, el ensanche de Agaete parece un lujo caprichoso.

El gran debate aquí es el modelo de desarrollo. La discusión es sencilla, entre la gestión sostenible de los recursos y la opción de aprovechar las oportunidadescuando se presentan. Las respuestas son más complejas, porque cada elección tiene sus costes, no sólo en términos económicos, sino en el modelo de convivencia y a la hora de administrar los recursos disponibles. La generación de energía incorporó la novedosa planta de Gorona del Viento como alternativa a los combustibles fósiles, aunque el sistema insular aún no se ha desconectado del gasoil y no parece que ese paso esté cerca.

La propuesta de creación del primer parque nacional marino al sur de La Restinga agita las aguas interiores. Las fracturas abiertas con este proyecto van a cambiar el paisaje político interno en breve, con seguras repercusiones en la próxima legislatura regional. El volcán marino puede ser una fuente de crecimiento si no hace que todo salte por los aires, a la vista de las tensiones que acumula. No hay debate que se gane en un día.

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