Costes
¿Existe en la política española algo capaz de concertar las energías de Podemos, las navajas del PSOE, las debilidades del PP, las canciones de Ciudadanos y las urgencias de Coalición Canaria, resolviendo de paso el antiguo contencioso del cupo del País Vasco? Al único diputado de Nueva Canarias en el Congreso se le señala como el encargado de resolver esa quimera en el último minuto de la negociación del presupuesto. Con la advertencia de que, en caso de error en la respuesta, será suya la responsabilidad de mandar el país al carajal de unas nuevas elecciones.
Su señoría debe saber a estas alturas que sólo tiene garantizada una condición apriorística, la evidencia de que no podrá contentar a todos. Entre los suyos, porque cualquier entrega de oxigeno al partido que lidera las listas de corruptelas en los juzgados será castigada por traición. Entre los demás, porque el apetito de los variopintos intereses que cuelgan de las finanzas del Estado no tolera una prórroga más, mientras Europa impone sus dictados.
El otro segmento canario, el de Ana Oramas y la muchachada tinerfeña, ya cantaba las bondades de la tesorería desde antes de conocer el saldo disponible. La cuantía importa menos que el aval a la minoría gobernante más raquítica del Estado. En aquel viaje iniciático al País Vasco no se aprendió a presionar; con la excusa de que son unas cuentas transitorias, bastaría con la mitad de lo necesario para cubrir el pesebre. La oportunidad de juntar fuerzas para aumentar el beneficio de los isleños se rompió desde el primer momento, es el coste de los nacionalismos incondicionales. El pueblo, en su infinita paciencia, sabe que no se puede gestionar más en un semestre. Ni mejor, quieren decir.
Otros 480 millones, nuevo Estatuto canario y nuevo sistema electoral, es el precio final que apuntan en Nueva Canarias. A ver si en Madrid lo entienden.