La corrupción del PP
Primera plana ·
La indulgencia con el PP, o con las siglas que se tercien que queden manchadas, no será infinitaLuis Bárcenas ha tirado de la manta y se desatan las alarmas en el cuartel general de Génova. Primero, porque hace mucho tiempo que el extesorero del PP es incontrolable. Segundo, porque Bárcenas ya no tiene nada que perder, y ese es precisamente el peor enemigo posible. Y, tercero, y más revelador, porque denuncia una caja B que implica tanto al 'aznarismo' como a Mariano Rajoy. Es decir, no es un escándalo puntual, un caso de corrupción concreto, sino una gran trama donde la podredumbre asola a los cimientos del partido. Y no vale que Pablo Casado se escude en que él era tan solo un humilde diputado por Ávila que nunca escuchó nada al respecto. Casado es 'delfín' del 'aznarismo' y, sobre todo, es tal el nivel de corrupción que apunta Bárcenas, que pone en jaque a la organización por sus presuntos usos y costumbres para financiarse: contratos a cambio de dinerito fresco para las campañas electorales y preparar jugosos sobresueldos a sus dirigentes. Mientras los populares en Euskadi se sacrificaban, en Madrid se enriquecían de forma oscura. No todo va a ser las tarjetas opacas de la Casa Real… Bárcenas afirma lo que se creía: que M. Rajoy era Mariano Rajoy. Así de sencillo.
Un PP al que le sobrevenga un Rajoy cercado por la presunta descomposición al alimón de una ultraderecha a la que los medios de comunicación en Madrid han comenzado a blanquear, puede ser pura dinamita para que los populares se resquebrajen. Cuando 'El Mundo' publica una entrevista dominical a Santiago Abascal con fotografía a cinco columnas en la portada, es el pistoletazo de salida para oprimir las expectativas del Casado. De momento, 'Abc' trata de preservar la imagen del PP de partido dinástico y sistémico que espera su turno del neoturnismo, entendiendo que habrá un 1996 o 2011 en el que el PP sometió en las urnas al PSOE y llegó a La Moncloa. Pero la suma de socialistas con Podemos y nacionalismos periféricos es imparable. Y por eso algunos focos de poder en la capital del Estado avivan a Vox como el rottweiler destinado a incendiar a las clases populares en medio de la crisis contra la inmigración irregular, fomentar el anticatalanismo y regalar neoespañolismo a mansalva a la vez que se derrama especulaciones golpistas. Esa derecha desamarrada, apremiada desde ciertos púlpitos mediáticos, es la última salida ante la desesperación de un Casado que no solo no remonta sino que ahora tendrá que cargar con la confesión de Bárcenas.
La corrupción tradicionalmente no resta votos. Así fue, al menos, a orillas del Mediterráneo en el ciclo del dinero fácil y la burbuja inmobiliaria. Hoy la sociedad es otra: más empobrecida, con menos trabajo y huérfana de futuro para los jóvenes. La indulgencia con el PP, o con las siglas que se tercien que queden manchadas, no será infinita. Pero justo esa bolsa de descontento tiene a tiro votar a Vox. Si la ultraderecha le da el 'sorpasso' el 14F al PP, Casado quedará tocado. Con escaso margen para resarcir su precario liderazgo.