La confianza rota

Los que se mueven en asuntos diplomáticos, dicen que la confianza es como los espejos: cuando se rompe, se pueden pegar los trozos pero la imagen resultante no es la misma de antes. Siempre cabe la posibilidad, pasado un tiempo, de hacer una mudanza y cambiar de espejo pero eso significa que alguien asuma la responsabilidad y se vaya a casa.

El símil encaja en el contencioso entre Marruecos y España. O entre España y Marruecos, según se mire. Si hacemos un ejercicio de empatía, es evidente que cada una de las partes tiene sus razones, pero también es evidente que, siendo vecinos, con problemas en común y con manifiesta voluntad de colaboración, no se entienden algunas decisiones.

Podemos rechazar la apertura de la frontera en Ceuta y que se dejara entrar indscriminadamente a miles de personas. Podemos, y es de justicia, criticar que en esa dejación se pusiera en riesgo la vida de menores de edad. Pero también podemos preguntarnos en qué cabeza cabía pensar que a Marruecos no le iba a irritar que quien es considerado por ellos su enemigo número uno fuese introducido a hurtadillas en un suelo español con el beneplácito del Ministerio de Asuntos Exteriores, y seguramente de la propia Moncloa.

Por si fuera poco, la ministra española de Asuntos Exteriores se dedicó en el primer momento a poner más sal en la herida, en lugar de adoptar un discreto silencio e intentar recuperar los puentes que había dinamitado. Porque si damos por bueno el argumento humanitario para acoger al líder del Polisario, no queda otra que preguntar:¿tanto costaba descolgar el teléfono y avisar a su homólogo de Marruecos? ¿O al menos a la embajadora de ese país en Madrid?

Veremos si el propio Polisario no pone en un brete todavía mayor a la ministra. Lo digo porque si finalmente Ghali cuenta con pasaporte diplomático y opta por marcharse tras la declaración judicial, entonces el enfado de Rabat será todavía mayor y España habrá hecho el ridículo.

La confianza de Madrid en la Unión Europea para desatascar este contencioso parece casi inocente. Bruselas ha dicho lo mínimo para quedar bien pero poco más. Yes así básicamente porque la UE ha demostrado en materia migratoria en los últimos años que le da igual lo que le suceda a cada país fronterizo con su vecino: entiende que es un problema bilateral y no se implica en la solución.

Lo dicho: el espejo se rompió y el Gobierno de Sánchez es rehén de sus actos. ¿Que Marruecos va a lo suyo? Pues sí: es lo que se llama soberanía.