
Comisión de secretos
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Quienes ejercen de agoreros de la apocalipsis de la unidad de España han vuelto a la carga con la composición de la Comisión de Secretos Oficiales. En su particular visión del mundo, trufada de maximalismos, consideran una traición a la patria que en ese órgano estén los herederos de ETA (así le llaman aunque Bildu no es ETA y es un partido legal) y los independentistas catalanes (ERC, Junts y la CUP).
Puestos en su lugar, en el de las concepciones facilonas, tendrían hasta razón. A priori parece un contrasentido porque estos grupos no se sienten precisamente afines a España. Pero insisto, si les seguimos en ese juego de buenos y malos en el que viven instalados, cabría deducir que el resto de partidos sí son una garantía infalible para la comisión.
Pero es entonces cuando me pregunto. ¿Esos son los mismos que en los 80, bajo gobiernos del PSOE, armaron una estructura paralela para perpetrar terrorismo de Estado? ¿O los que en plena masacre del 11-M, con el PP de Aznar, manipularon la investigación policial sobre la autoría del atentado para mentir a los españoles? ¿O los que, esta vez con el PP de Rajoy, usaron a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para destruir pruebas de una causa judicial que afectaba al PP?
En fin, que no todo es blanco y negro. Ni unos son tan lobos ni otros tan corderos, y eso que, dicho sea de paso, estoy en las antípodas de esos grupos. Puede que la clave esté en dónde ponemos el acento: si en la sacrosanta unidad de España, para cuya meta valdría todo, hasta saltarse las reglas (los nostálgicos del franquismo rescatarían la dictadura si hiciera falta), o en la apuesta por una buena calidad democrática. Opto por una España integradora y una buena democracia. Son compatibles.
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