En burro por la ciudad
Frecuencia modulada ·
La pandemia ha servido para demostrar que lo público continúa en la edad de piedraEn un mundo que circula a velocidad de vértigo cobra especial importancia el vehículo que elegimos para movernos. Patinetas eléctricas que aparecen sin el menor recato, bicicletas que se pliegan en un bolsillo, biplazas recargables para aparcar en un cuarto de plaza, monopatines con mando y altavoz incluido...las ciudades se llenan de cachibaches que nos permiten trasladarnos de forma rápida y sencilla con el extra incluido de cuidar el medio ambiente. Esa modernidad se impone a un ritmo trepidante en el mundo privado, mientras en el público el medio de transporte prioritario continúa siendo el burro: es cierto que no contamina, pero tampoco es que deje libre el carril bici para las gestiones de los ciudadanos.
Y es que la llegada de la pandemia ha servicio para subrayar que la administración pública de este país continúa anclada en la edad de piedra. Desde antes del 14 de marzo, cualquier ciudadano que se acercara a una institución era consciente que los avances tecnológicos solo se ha instaurado en la vida pública como un manido cliché en el que se han gastado miles de millones sin resultados . El laberinto necesario, por ejemplo, para conseguir una simple firma digital evidencia que los programadores gubernamentales saben poco de los caminos intuitivos y fáciles por los que transita la vida en la red del mundo privado. Peor aún si hablamos de superar el farragoso proceso de pasar una factura a un ayuntamiento o de vencer los trámites en papel que aún imperan en el ámbito judicial.
Todos estos defectos inherentes del mal llamado 'servicio' público se ha hecho más patentes con la covid-19. Mientras el sector privado se adaptó en días e incluso en horas a las normas impuestas para garantizar la seguridad sanitaria, las instituciones han sido incapaces de ingeniárselas para atender a los ciudadanos. Supermercados, restaurantes, hoteles, transportes...todos han seguido cumpliendo con sus clientes, mientras cinco meses después de la llega de la pandemia continúan las colas de personas con cita previa a las puertas de las administraciones. ¿Tan difícil es habilitar los espacios públicos para dar un trato digno como ha hecho el sector privado? ¿Es que piensan las administraciones continuar así hasta que aparezca una vacuna contra el virus como pronto a final de año?
En un mundo que circula a velocidad de vértigo cobra especial importancia el vehículo que elegimos para movernos. Los ciudadanos lo tienen claro, la administración parece que también. Queda burro para rato.