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El cambio de año suele ser motivo para plantearse una serie de innovaciones en la vida de cada uno. Hacer más deporte, dejar el maldito tabaco, mejorar la dieta y perder algunos kilos, aprender un idioma, conocer esa ciudad o ese país al que siempre quisiste viajar o recuperar tus viejos hábitos de lectura pueden formar parte de un amplío capítulo de buenos propósitos. Adaptables a las necesidades y posibilidades de cada cual, tampoco es muy bueno plantearse objetivos imposibles que solo contribuyan a generar frustraciones. Otros, más materialistas, solo piensan en un nuevo coche o una casa más amplia y en una mejor ubicación.

Buenos propósitos que, lo señala la experiencia propia y ajena, en la mayoría de los casos, ya han sido olvidados en algún lugar de la empinada y agotadora cuesta de enero. Y que, en ocasiones, retomamos en verano, aprovechando el período vacacional, con similares resultados.

En realidad, los cambios pueden ser abordados en cualquier momento del año, sin esperar a que uno se despida y otro, con o sin campanadas autóctonas o en la metrópoli, llegue. Y pasar de diciembre a enero no supone ninguna garantía de éxito. Aunque, por otra parte, cualquier momento es bueno si, de verdad, queremos dar un pequeño o gran vuelco a nuestra existencia. Y, a veces, no se trata de revoluciones sino de evoluciones progresivas y bien cimentadas.

Esto que vale para lo individual también podría servir para lo colectivo. Las sociedades también precisan de pequeños y grandes anhelos de transformación que las motiven, que las impulsen, que ayuden a ponerlas más a la altura de los seres humanos y sus necesidades y aspiraciones. Sin pensar en ningún caso que existen modelos perfectos, proyectos acabados e inmutables, sino avances y retrocesos en busca de un espacio más adecuado de convivencia.

Educación. Por eso me gustaría, especialmente, que 2019 fuera en el Archipiélago el año de la educación. Deseando que el Gobierno de Canarias, el nuevo, el que surja tras los comicios autonómicos de mayo, este ya dio lo que dio de sí, apueste decididamente por ella como eje de la transformación social de esta tierra, como cimiento de un mejor futuro para su gente.

No estoy pensando solo en la consecución del 5% del PIB y otros compromisos de la Ley Canaria de Educación, que también. Sino en algo mucho más global y transversal que incumba y comprometa al conjunto de la sociedad, que valore a la educación y a los docentes, a la formación y el pensamiento crítico frente a la fama, el éxito fácil y el dinero. Que olvide esos subproductos televisivos banales e insultantes con la canariedad. Que reconozca la creación y el talento.

Quisiera, asimismo, que en el año que acaba de nacer percibiéramos profundos cambios en el conjunto de los servicios públicos, esos que nos hacen a todos y todas un poquito más iguales. Un año en el que los profesionales de la salud ejercieran su trascendental tarea en mejores condiciones, en tiempos razonables de atención a sus pacientes; y sin que estos tengan que sufrir largas esperas por una prueba diagnóstica o una intervención quirúrgica. Un año en el que Canarias desapareciera, por fin, de la cola del país en los distintos estudios sobre la atención a las personas con dependencia.

En otros casos, por el contrario, me encantaría que nos borráramos de la cabeza de la clasificación. Como sucede en desempleo, pobreza y exclusión social. O en bajos salarios, prestaciones sociales y pensiones de jubilación, en lo que desgraciadamente destacamos. Y que, por tanto, dejáramos de ser campeones en desigualdad, líderes en peor distribución de la riqueza que se genera. Ahora que nuestro flamante Estatuto reconoce la renta básica de ciudadanía se disponen de instrumentos más adecuados para superar esos intolerables abismos sociales.

Brechas seculares que también hay que superar en el caso de las mujeres canarias. Si el 2018 fue un año de profundo avance movilizador en la reivindicación de igualdad plena, este 2019 debe profundizar en esa senda. Rompiendo viejas inercias y combatiendo marginaciones que permanecen, aislando al machismo y sus negativas consecuencias.

Naturaleza.Nuestra naturaleza y medio ambiente merecen también propósitos varios. Los de la enmienda por barbaridades pasadas, pero sobre todo los del convencimiento de que debemos proteger esta privilegiada tierra y preservarla en las mejores condiciones para las futuras generaciones. Con un desarrollo sostenible, modelos energéticos no contaminantes, menor ocupación territorial y una movilidad en la que tenga mucho más peso el transporte público, para lo que es preciso que gane en eficiencia respondiendo a las necesidades ciudadanas.

Asimismo, superar las barreras físicas y mentales que impiden la integración de las personas con diversidad funcional debe formar parte de nuestro plan de renovación para este año que empieza. Una sociedad inclusiva es, sin duda, una sociedad más humana y mejor. Y ello se debe lograr en la escuela, en la calle, en el deporte o en el mundo laboral.

En tiempos en que la mentira y el odio triunfan en las redes y esos éxitos se trasladan también a los parlamentos y a los gobiernos, ojalá 2019 posibilite el debate de ideas, la contrastación de propuestas, el análisis sosegado, la búsqueda de soluciones a los distintos problemas sociales. Sin simplificaciones, sin demonizar a colectivos por su origen étnico, cultural, religioso o nacional. Y sin ese recurso lamentable a insultar al contrincante -traidor, vende patrias, presidente ilegítimo...- que se convierte, en el fondo, en un permanente bombardeo de los elementos básicos de la democracia. Lo que, a su vez, es aprovechado por organizaciones extremistas, como estamos viendo en todo el mundo, para ganar espacios electorales y gubernamentales. Reivindiquemos, este año también, la imprescindible poli(é)tica.

Me gustaría, además, no sé si es mucho pedir, que fuera un año en el que apreciáramos la riqueza del español que hablamos en Canarias, nuestra valiosa contribución a los distintos acentos y variaciones léxicas que enriquecen el español en todo el mundo. Sin los complejos cada vez más extendidos que llevan a vosotrear y a imitar el español estándar como el «único correcto».

Alongado a la ventana del 2019 percibo que las circunstancias de este nuevo año - multi electoral y de anuncios de desaceleración económica- van a ser muy difíciles; y que lejos de los vientos de cambio de progreso que soplaron a mitad de la década, su etapa final está plagada de incertidumbres, así como de fundados riesgos de retrocesos en derechos y libertades. Para evitarlo hará falta mucho más que buenos propósitos.

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