¡Atención, spoiler!
Es en esa época cuando empiezan a aparecer en tu vida los hombres que te explican cosas y, a partir de ahí, ya no te libras de ellos por el resto de tus días.
Luisa del Rosario y Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 3 de marzo 2018, 19:54
De pequeña te llaman «princesa», te regalan muñecas, carritos y cacharros de cocina a medida para que vayas haciéndote a la idea de lo que te espera y, de paso, aprendiendo el oficio de ser mujer. Porque, ¡atención, spoiler!, no nacemos sabiendo acurrucar a los bebés, ni qué programa hay que ponerle a la lavadora, ni cómo se hace una cama.
A medida que crecemos se intensifica el programa, porque los referentes que encuentras se encargan del cuidado de otras personas. Es lo que tiene que la aparición de las mujeres en los libros de texto sea testimonial, por no decir nula. Es en esa época cuando empiezan a aparecer en tu vida los hombres que te explican cosas y, a partir de ahí, ya no te libras de ellos por el resto de tus días. Son los que te dicen que tú sí quieres, aunque tú estés diciendo que no. O los que te meten mano en una fiesta porque, al fin y al cabo, te pusiste minifalda. Has pasado de «princesa» a «puta» en un santiamén. Así insultaron a la periodista Ksenia Sobchak en un debate electoral. La pobre mujer se atrevió a presentarse a las elecciones presidenciales rusas compitiendo con siete varones. Ya lo dijo el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke: «Las mujeres son más débiles y menos inteligentes».
Son casos lejanos, pero parecen nuestros. Y no son aislados, porque si así fuera no se entendería que debamos clamar por un pacto de Estado contra la violencia machista, ni que miles de mujeres sean víctimas de acoso, abuso sexual o violación. No se entendería que la guagua tuviera que parar donde le dice una mujer y no en la parada. Y tampoco se entendería que la huelga feminista reciba tan poca atención por parte de las grandes centrales sindicales.