Víctimas de la censura de Negrín
Llevo 35 años en esta profesión y nunca he sufrido el escarnio de la censura. En las empresas en las que he estado, los editores que he tenido, las tertulias en las que he participado, han respetado siempre mi libertad para opinar. Se perfectamente cual es la función social de un periodista en una democracia y lo que puede hacer dentro de los términos de lo razonable y lo sensato, cualidades de las que presumo. En el devenir del ejercicio periodístico y en las complicadas relaciones que se establecen entre los propios protagonistas de una información, el diálogo es el mediador perfecto para la resolución de conflictos de intereses, y siempre lo he practicado con las fuentes, con los protagonistas de mis artículos, con los medios en los que he trabajado y con los que he colaborado. Así ha sido hasta ayer, que pude confirmar, directamente, que el presidente de la RTVC, Santiago Negrín, me ha vetado en las tertulias de la cadena a las que asisto, casi, desde su creación.
El veto no es de ahora. Ayer se explicitó en la radio, pero desde que Negrín se hizo cargo de la Televisión Canaria mis apariciones en sus espacios informativos y tertulias se fue reduciendo hasta no contar conmigo para nada. Es un intento de invisibilizame, de apagarme, cuando lo que escribo y digo no conviene a quien manda en la Televisión, que es el Gobierno de Coalición Canaria. Los vetos forman parte de la ya escandalosa manipulación de la Televisión, instrumento de propaganda del Gobierno y, especialmente de ATI en un lamentable atentado a la pluralidad informativa que le impone la Ley de la RTVC y que es el primer deber del medio de comunicación que pagamos todos los canarios.
El pasado miércoles me llegó el rumor de que me habían vetado en las tertulias de Canarias Radio la Autonómica. No vivo de rumores y no hice caso alguno al asunto, hasta que el jueves por la noche, repasando el periódico, me encontré con el artículo de Francisco Suárez Álamo en el que daba cuenta del veto impuesto por el presidente de la Radio Televisión Canaria, Santiago Negrín, al colaborador de Canarias7, Rafael Álvarez, por un artículo en el que criticaba los falsos directos de la televisión. Evidentemente una excusa. Por la mañana llamé directamente al director de la emisora, Miguel Guedes, quien me confirmó, abochornado, que efectivamente así era. He pasado grandes ratos en la Autonómica y aprecio profundamente a sus profesionales que han venido haciendo una labor encomiable para mantener los criterios de servicio público, a pesar de los embates políticos que ejerce el Gobierno y los intentos continuos de reducir su nivel de influencia para evitar la competencia con otras emisoras entregadas al régimen. He compartido con sus periodistas sus mejores y peores momentos, y conozco muy de cerca sus padecimientos, económicos y editoriales, para salir adelante. Desde que estalló la crisis ninguno de los colaboradores que estamos en sus tertulias hemos cobrado nada por opinar y dar valor a la radio, lo que no ha restado entrega, al menos por mi parte, y me consta que por la de mis compañeros también. No nos ha importado madrugar, preparar los temas que previamente nos indicaban que se iban a tratar o aportar información a los contenidos abordados. La Autonómica la sentimos como nuestra, a pesar de que Negrín y sus jefes, la consideran una finca privada desde la que promocionar a un partido político, sin que el resto del Parlamento se ponga en pie contra la manipulación y utilización clientelar de lo público.
No quiero convertirme en un mártir de la libertad de expresión, porque el problema no es personal, es de la sociedad canaria que está soportando, sin que nadie medie, la gestión más opaca e irresponsable que haya visto jamás un organismo público, que, además, escapa a los controles democráticos. Vetar a periodistas en una emisora pública es grave, pero mucho más que Santiago Negrín esté gobernando la televisión y la radio de todos a su antojo, a las órdenes del Gobierno de Fernando Clavijo, sin control del Parlamento de Canarias, ni de los órganos que deben ejercer esta función.