Aromas de la cloaca
«De lo que llega al estercolero se alimentan las plagas»
Las ratas negras son más de costa, portuarias. No salen nunca a la luz del sol, y no les gusta escarbar. Saltan de los barcos escondidas en los bultos de la estiba, pero son pequeñas, apenas 25 centímetros incluida la cola, que es más grande que su cuerpo. Acostumbradas a viajar, apenas molestan porque necesitan poco para alimentarse y para reproducirse.
La rata marrón es otra cosa. Pueden pesar hasta medio kilo, y de la boca hasta el final del rabo pueden medir casi medio metro. Comen cuatro veces más que las ratas barqueras, paren más rápido y traen más crías al mundo en cada camada. Son las auténticas reinas de las alcantarillas. Ha aprendido a escalar y por eso salen a la calle cuando les parece.
De la vida en las cloacas sabe poco el ciudadano común, propietario de los desechos que circulan bajo sus pies. El otro día, el jefe de las alcantarillas de Madrid explicó en El País que a las cucarachas (otro animal urbano muy criticado por su apariencia) les encanta la cerveza, y por eso se pone en guardia cada vez que se organiza un botellón en algún parque. De las comidas en restaurantes no dijo nada, pero es sabido que a menudo, generan tantos residuos como los botellones. De lo que llega al estercolero se alimentan las plagas.
La fauna subterránea mantiene comportamientos solidarios y leales, trabajan en grupo para mejorar su alimentación. Por eso resulta impropio que se les use para comparar ciertas acciones humanas. No es su naturaleza derribar gobiernos, ni son responsables de levantar las tapas de las alcantarillas. El aroma que desprende la vida pública es proporcional a la agitación que se produce cuando revuelves la porquería. La mierda que no existe no huele.
Las ratas negras son más de costa, portuarias. No salen nunca a la luz del sol, y no les gusta escarbar. Saltan de los barcos escondidas en los bultos de la estiba, pero son pequeñas, apenas 25 centímetros incluida la cola, que es más grande que su cuerpo. Acostumbradas a viajar, apenas molestan porque necesitan poco para alimentarse y para reproducirse.
La rata marrón es otra cosa. Pueden pesar hasta medio kilo, y de la boca hasta el final del rabo pueden medir casi medio metro. Comen cuatro veces más que las ratas barqueras, paren más rápido y traen más crías al mundo en cada camada. Son las auténticas reinas de las alcantarillas. Ha aprendido a escalar y por eso salen a la calle cuando les parece.
De la vida en las cloacas sabe poco el ciudadano común, propietario de los desechos que circulan bajo sus pies. El otro día, el jefe de las alcantarillas de Madrid explicó en El País que a las cucarachas (otro animal urbano muy criticado por su apariencia) les encanta la cerveza, y por eso se pone en guardia cada vez que se organiza un botellón en algún parque. De las comidas en restaurantes no dijo nada, pero es sabido que a menudo, generan tantos residuos como los botellones. De lo que llega al estercolero se alimentan las plagas.
La fauna subterránea mantiene comportamientos solidarios y leales, trabajan en grupo para mejorar su alimentación. Por eso resulta impropio que se les use para comparar ciertas acciones humanas. No es su naturaleza derribar gobiernos, ni son responsables de levantar las tapas de las alcantarillas. El aroma que desprende la vida pública es proporcional a la agitación que se produce cuando revuelves la porquería. La mierda que no existe no huele.