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Algo que celebrar

Miércoles, 30 de mayo 2018, 11:43

De vez en cuando llegan los puristas /con libros bajo el ala, /arquitectos del aire, paladines /de la revolución alambicada. (Pedro Lezcano).

Por estas fechas, en torno al 30 de mayo, nuestro día nacional, se acumulan todos los años decenas de artículos periodísticos y de reflexiones en los más variados blogs bajo el título Nada que celebrar. Y otros que, con distintos epígrafes, en su contenido hacen referencia a la inconveniencia de conmemorar el Día de Canarias por muy diferentes razones. Eso dicen las hemerotecas y, estoy convencido, la situación se repetirá esta semana por doquier.

Para algunos no es concebible celebrar nada mientras en esta tierra mantengamos los actuales y elevados datos de pobreza, los niveles de desempleo y precariedad laboral o las bajas prestaciones de los servicios públicos fundamentales. Circunstancia, la de nuestro atraso en muy diversos parámetros con la media estatal, que es absolutamente cierta.

Situación que, en consecuencia, llevaría también a suspender las fiestas de su comunidad en Andalucía, Extremadura o Región de Murcia, por citar a algunas de las que se encuentran en la parte baja de la tabla. Y a llevar los actos más espectaculares y festivos a País Vasco, Navarra o Madrid, esos que son campeones en salarios y pensiones, tienen la mejora sanidad y buenos niveles educativos, así como una pobreza reducida. Fiesta en el norte, funeral en el sur.

Dejo de lado el caso de Cataluña. Pese a su evidente desarrollo económico y cultural, pese a su avanzada sociedad siempre tan europea, por otras razones, como la intervención de su comunidad autónoma en aplicación del articulo 155, los dirigentes políticos que se encuentran en prisión preventiva o en otros países, no estaría en estos momentos para muchas conmemoraciones. Aunque se empeñen cada año en realizar masivas y festivas diadas. Y seguro que lo vuelven a llevar a cabo el próximo 11 de septiembre.

Otros van un poco más allá y, junto a las problemáticas sociales, consideran que no es posible festejar nada hasta que Canarias no pueda ejercitar plenamente su derecho a decidir, su autodeterminación, y no cuente con una verdadera soberanía nacional. Lo que proyecta indefinidamente en el tiempo la posibilidad de contar con un día de nuestra nacionalidad o nación. Más aún si vemos, sondeo tras sondeo, elección tras elección, los datos de apoyo al independentismo en las Islas.

media estatal. En el caso de los primeros cabe plantearse la pregunta de dónde se encuentra la barrera a superar que permita afrontar celebración alguna, por simbólica que sea. ¿Cuándo nos situemos en la media del Estado en educación, sanidad o servicios sociales? ¿Cuándo lo consigamos, también, en corresponsabilidad fiscal? ¿Cuándo tengamos niveles de desempleo estructural? ¿O cuándo, más ambiciosos, nos aupemos a lugares europeos en los más diversos ámbitos?

Lo que, si tenemos en cuenta nuestros niveles de riesgo de pobreza y exclusión social, nuestro lugar con relación a las listas de espera quirúrgicas y diagnósticas, la aplicación de la ley de la dependencia o la escolarización en educación infantil 0-3 años, y conocedores de que estos temas no se solucionan sobre la marcha, obligaría, en el mejor de los casos, a posponer la celebración del Día de Canarias a finales de la próxima legislatura. O de la siguiente a esa.

Me cuesta mucho entender esa manera de ver las cosas. Si la aplicáramos a todos los pueblos del planeta serían pocos, muy pocos, los que estarían en condiciones de celebrar sus fiestas nacionales; y pese a las dificultades de todo tipo, las celebran. Si, por poner un ejemplo, dejaran de hacerlo los que carecen de sanidad pública y universal, o los que tienen una débil escolarización, se nos caerían unas cuantas celebraciones.

Si planteáramos como criterio la democracia, las libertades, la seguridad o la paz, quedarían eliminadas otras cuantas festividades. No les cuento si el criterio fuera la equidad entre los distintos sectores sociales o la plena igualdad entre mujeres y hombres.

No soy ningún optimista patológico. Pero tampoco un amargado por real o republicano decreto. Los hay. Estos días he visto a alguna gente expresar su pública desazón por poder viajar ahora a otras comunidades a la mitad de precio. Deberían, en consecuencia, abonar el billete completo cuando les toque viajar, predicando con el ejemplo. Y disfrutando.

Sufren con una razón, sin duda, para la alegría, pues permite a personas y colectivos trasladarse de manera más económica y nos iguala, aunque sea un poco más, a los ciudadanos y ciudadanas del territorio continental español. Como ha sucedido con los billetes aéreos y marítimos entre las islas que han multiplicado los desplazamientos interinsulares en el último año.

servicios públicos. Ocurre igual, no les afecta al parecer, con el hecho de que Canarias, fruto de todas las causalidades que se quieran, pero también de una buena negociación, haya logrado separar los recursos del Régimen Económico y Fiscal (REF) de los correspondientes de la financiación autonómica. Lo que en este ejercicio supondrá más de 420 millones de euros adicionales y superar los 500 millones en 2019. Cantidades que irán, fundamentalmente, a los servicios públicos: educación, sanidad y servicios sociales, es decir, al bienestar colectivo. Otra cosa es exigir al Gobierno de Canarias la máxima eficiencia en su gestión. Ahora y siempre.

Considero que es un ejercicio casi inútil intentar convencer a los que entienden que nunca hay nada que celebrar, igual que es muy difícil hacerlo con los que se tragan todo tipo de inverosímiles bulos en las redes sociales. Sin embargo, yo festejaré, al igual que decenas de miles de hombres y mujeres de esta tierra, aquí, en Madrid, en Barcelona, en Argentina o en Bruselas, el Día de Canarias. Sin chovinismos de ningún tipo. Sin sentir que somos mejores ni peores que cualquier otro pueblo del mundo.

Pese a sus detractores, valoro que el 30 de Mayo sea una fiesta laica y una celebración de carácter archipelágico, del conjunto de los canarios y canarias, más allá de las conmemoraciones estrictamente locales o insulares. Y les aseguro que el Día de Canarias no me hace en ningún momento olvidar las injusticias presentes en esta sociedad con tantos desequilibrios. Ni aspirar a superarlas. Y, si es posible, desde la alegría. Algo que celebrar.

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