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Las elecciones de la pandemia y el posprocés

Las elecciones de la pandemia y el posprocés

Cataluña vota el próximo 14 de febrero, si el coronavirus lo permite, en unas elecciones marcadas por la emergencia sanitaria y en las que el proceso soberanista queda por primera vez desde 2012 relegado a un segundo plano

cristian reino

Sábado, 9 de enero 2021

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Meridiana de Barcelona. Ocho de la tarde. Un frío que pela. Los irreductibles del movimiento independentista vuelven a cortar la calle, la salida y entrada de la capital catalana hacia el norte. Lo llevan haciendo casi todos los días desde que se hizo pública la sentencia de octubre de 2019 que condenó a penas de nueve a trece años a los líderes del 'procés'. Son los últimos de Filipinas. Se autodenominan la resistencia. Pero apenas son una treintena. «Llegamos a ser cientos», afirma Miquel. Jubilado. Porta una pancarta.

El cartel reza: «Cataluña sólo será rica y plena cuando sea independiente». Miquel cambia de pancarta cada día y los lemas los elige en función de las noticias que ve en la televisión. Mientras carga contra los políticos de Madrid, la monarquía y la justicia, una joven cruza la calle y le espeta: «A ver si arregláis la sanidad».

Falta un mes para los comicios catalanes y en la calle mucho ambiente electoral no hay. La pandemia lo acapara todo. Ahora se habla más de ERTE que de DUI (declaración unilateral de independencia). Las prioridades han saltado por los aires con la crisis sanitaria. Pero como en la Meridiana, el 'procés' se mantiene a la espera de lo que ocurra el próximo 14 de febrero. Pere Aragonès, delfín protegido de Oriol Junqueras, tiene en su mano ser el próximo presidente de la Generalitat. Y en su mano estará también decidir qué rumbo toma Cataluña. Si pacta con las fuerzas secesionistas, como hasta ahora, esa especie de situación de 'procés' no acabado del todo puede encallarse para los próximos años.

El hasta ahora ministro Salvador Illa y Miquel Iceta se dirigen a la sede del PSC.
El hasta ahora ministro Salvador Illa y Miquel Iceta se dirigen a la sede del PSC. Europa press

Uno de los protagonistas de la precampaña, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, designado candidato a última hora y por sorpresa, se ha lanzado a por el voto con una idea contundente: «Hay que pasar página de una puñetera vez a 10 años de 'procés'». Eso es lo que está en juego el próximo 14 de de febrero. Si se abre una nueva etapa, con la ruptura de los bloques graníticos, o si Cataluña sigue empantanada en un viaje muy incierto, que de momento solo le ha reportado perder posiciones económicas y división social.

Pugna por la hegemonía

Son las elecciones del coronavirus, del postprocés y de la incertidumbre, porque todo está en el aire. Empezando por la victoria de ERC, que hace meses se daba por hecha, y acabando por la propia celebración de los comicios. Si la tercera ola trae consigo un nuevo confinamiento, habrá aplazamiento. El 15 de enero es el día límite que se han dado Govern y partidos para decidir si siguen adelante con la votación o la posponen. «JxCat y ERC no se aguantan, lo van a tener muy difícil para justificar un aplazamiento», afirma Toni Aira, profesor de comunicación política de la UPF-BSM. Joan López Alegre, consultor de comunicación, considera que por primera vez puede existir un interés común entre los dos socios de gobierno para ganar unos meses más. Aunque Jordi Mercader, exdirector de Comunicación de Pasqual Maragall en la presidencia de la Generalitat, no cree que se atrevan.

De cumplirse la fecha, las elecciones se celebrarán un año después de cuando las anunció Quim Torra. Fue en enero de 2020 cuando el expresidente, inhabilitado el pasado mes de septiembre por desobediencia, dio por acabada la legislatura, al constatar que los dos socios del Ejecutivo catalán, JxCat y ERC, iban cada uno por su cuenta. No había ni coordinación ni lealtad. Solo cálculos electorales y pugna por la hegemonía soberanista. Esa es una de las claves del 14-F: saber cómo afectará en el electorado independentista la guerra entre los dos pesos pesados del movimiento y la división, que ha provocado que la oferta de siglas secesionistas supere la decena. Salvador Cardús, profesor de Sociología en la UAB, advierte de que la abstención puede ser «brutal».

En 2017, la participación rozó el 80%, el máximo histórico en unas autonómicas catalanas, ya que hasta entonces, los catalanes siempre mostraban más interés por ir a votar en las generales. El contexto en las últimas autonómicas era muy distinto al de ahora. La declaración unilateral de independencia y el cese del Govern por el 155 estaban muy recientes. «Venimos de un 80% de participación excepcional», señala Cardús, que ha sido uno de los sociólogos de referencia de Mas y Puigdemont durante el 'procés'. Ve «irritación» en la calle y preocupación por la gestión del día a día, el cierre de bares, comercios, el paro y los expedientes de regulación. Y a su juicio, ningún partido está acertando en la «conexión con el ciudadano».

La abstención puede ser importante, pero en cambio no cree que los porcentajes de votos entre uno y otro bloque cambien. Y en consecuencia, considera que el próximo gobierno será el mismo que ahora, un pacto entre las dos fuerzas secesionistas. «JxCat y ERC no tienen otro remedio que entenderse», asegura. Y apunta que ambos llegan muy igualados y puede volver a ganar Puigdemont en el esprint final. «ERC es experto en ganar encuestas y perder elecciones», apunta Joan López Alegre.

Aspecto del Parlamento de Cataluña con lazos amarillos en los escaños de los diputados presos.
Aspecto del Parlamento de Cataluña con lazos amarillos en los escaños de los diputados presos. EFE

Jordi Mercader también cree que el independentismo tiene la mayoría absoluta «asegurada». «El mérito del independentismo es que ha creado un votante de una fidelidad excepcional», mantiene. El éxito del 'procés', señala, es que se han creado dos bloques. Y hasta que no se rompan, el cambio no será posible. Cataluña no está en ese escenario y por tanto vaticina que el riesgo de los secesionistas de perder la Generalitat es «mínimo».

ERC, desde su punto de vista, tiene muchas oportunidades de gobernar. Pero para ello necesita derrotar por un voto al partido de Puigdemont y Borràs, que harán tándem. El expresidente es el candidato simbólico, pues no podría ser investido, y la diputada en el Congreso la aspirante real a la presidencia. Su apuesta es hacer efectivo el mandato del 1-O, aunque no aclaran cómo. Si gana JxCat, Esquerra no tendrá otra opción que investir a Borràs y Cataluña seguirá «empantanada» en el 'procés', según Mercader; pero si la victoria es de los republicanos, cree que los postconvergentes les pondrán unas condiciones «bestiales» para pactar. Joan López Alegre, que fue como número 2 en las listas del PP en las generales por Barcelona, sostiene que el tripartito está cantado. «Será el intercambio del Frankenstein de Madrid», asegura. Toni Aira, que fue director de comunicación del PDeCAT antes de su ruptura, no da por hecha la alianza independentista. «ERC reconoce que si no obtiene una gran distancia con JxCat, no podrá evitar un nuevo gobierno independentista», señala. «Pero implícitamente, dicen que si por ellos fuera, no repetirían la alianza, que quieren abrir los bloques y enviar a JxCat a la oposición para ver si sigue fragmentándose», añade. A su entender, JxCat no tiene alternativa a pactar con Esquerra, mientras que ERC puede «tener otras fórmulas».

Efecto Illa

En lo que coinciden buena parte de los expertos consultados es en que Salvador Illa puede obtener un buen resultado, incluso ganar las elecciones, como hizo Inés Arrimadas en 2017. Sin embargo, quedar primero no quiere decir, en Cataluña, asegurarse el Gobierno. Toni Aira señala que la pandemia ha desplazado todos los debates y por esa razón cree que es «hábil» el movimiento de situar al ministro de Sanidad como candidato, aunque Cardús y Mercader consideran que centrar la campaña en la gestión de la pandemia se le puede volver en contra. Los efectos, en política, suelen durar poco, avisa Aira.

JxCat y ERC, al atacar al PSC en la lógica del voto útil, le están dando un protagonismo que no tenía y les va a perjudicar, lamenta desde la órbita soberanista Salvador Cardús. «Los socialistas están apareciendo en una posición central que no tenían», señala. Mercader sitúa la operación Illa en clave de gobernabilidad del Gobierno central. «Su papel será no interferir en el Govern para no entorpecer la mayoría que da apoyo al Gobierno en Madrid», afirma. Su consigna, añade, es «garantizar desde Cataluña la gobernabilidad en Madrid». «El objetivo de la operación Illa no es presidir el gobierno catalán», asegura sin medias tintas. «Su objetivo es dejar que lo presida ERC con el mínimo coste para los dos». Y además, el propósito ve que es «arrinconar a Puigdemont», que ERC se sienta fuerte y le pierda el miedo para que la situación empiece a moverse en la política catalana, tras 10 años de 'procés'. Su previsión es que vamos a un ejecutivo transitorio y que en el momento en que el Gobierno apruebe (si lo hace) los indultos, el cambio de rasante será considerable y ahí sí podrá decirse que «empieza otra etapa» en Cataluña.

Sólo Puigdemont repite como cabeza de lista

Si algo hay en la carrera a las elecciones del 14 de febrero es caras nuevas. Salvo Carles Puigdemont, todos los demás cabezas de cartel se estrenan en la posición de liderazgo. Y además, el número 1 del expresidente de la Generalitat en las listas de JxCat es más bien simbólico, pues no ha tenido que pasar por las primarias y no podrá ser investido jefe del Ejecutivo. Se le ha guardado la posición de salida como reclamo electoral, pero el expresidente ya se ha autodescartado para someterse a una votación de investidura. Por lo que la jefa de filas efectiva es Laura Borràs, siempre que no sea inhabilitada por la causa penal que tiene abierta por presunta corrupción en el Tribunal Supremo, en cuyo caso el número 1 pasaría a Joan Canadell, expresidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y ajeno a la política hasta hace nada.

Pere Aragonès se estrena al frente de la candidatura de Esquerra Republicana. El actual vicepresidente, con funciones de presidente, ni siquiera iba en las listas en 2017, que estaban encabezadas, desde la cárcel, por Oriol Junqueras. En Ciudadanos también ha habido cambios considerables. Tras ganar los últimos comicios, Inés Arrimadas dio el salto a la política española y dejó su cargo de jefa de la oposición a Lorena Roldán, que fue elegida candidata a la presidencia. Pero como consecuencia de un enfrentamiento con Arrimadas, Cs situó como número 1 a Carlos Carrizosa, que en 2017 ocupaba la segunda posición. Lorena Roldán, dolida, se ha pasado a las listas del PP como número dos.

El PSC ha apostado a última hora por Salvador Illa, en detrimento de Miquel Iceta, que se preparaba para repetir como cabeza de cartel. En el PP debuta Alejandro Fernández, en los comunes Jéssica Albiach y en la CUP Dolors Sabater.

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