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Una semana después de que Argelia congelara todas las transacciones bancarias con las empresas españolas, en el Ministerio de Asuntos Exteriores aún tratan de descifrar el alcance y las consecuencias de una crisis diplomática que amenaza con desbordarse. La consigna que más se repite en el Palacio de Santa Cruz, al menos de cara al público, es la de buscar «una solución dialogada» y aferrarse a Bruselas para analizar si se ha violado el Acuerdo de Asociación entre el bloque y el país magrebí. Pero la realidad es que en ambas orillas del Mediterráneo se preparan para afrontar una larga pugna diplomática.
Entre las empresas españolas que comercian con Argelia ya ha empezado a cundir el temor a que otras compañías extranjeras, sobre todo italianas y francesas, ocupen el lugar que han dejado libre temporalmente. Aunque el suministro de gas, de momento, está a salvo, hay nada menos que 1.800 millones de euros en juego en importaciones.
La CEOEmantuvo una reunión el miércoles para estudiar la situación y sus miembros mostraron una gran preocupación. Se da por hecho entre la patronal que van a perder clientes argelinos y constatan que el bloqueo, pese a que la delegación de Argelia en Bruselas lo negó el viernes pasado, es una realidad. Las operaciones realizadas antes del 9 de junio no están afectadas y los pagos se realizan con normalidad, como informan desde Exteriores. Pero esto no ocurre con los realizados en una fecha posterior a la ruptura del tratado de amistad entre ambos países.
Moncloa ha descartado convertir en una guerra el escarnio realizado desde la prensa oficial argelina al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. Al primero le tacharon de «temerario socialista» y al segundo, de «pirómano» y «diplomático aficionado». La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, justificó este jueves esta postura por «responsabilidad» y «prudencia». «Estamos manteniendo la calma, la que corresponde al Gobierno», zanjó.
Tampoco valoran el cese del ministro de Finanzas argelino, Abderramán Raouya, que solo llevaba cuatro meses en el cargo y de su cartera salió la orden de congelar las cuentas bancarias españolas. Un movimiento que podría traducirse como un intento argelino de calmar las aguas.
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