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Leocadio Martín / santa Cruz de Tenerife
Jueves, 12 de marzo 2020, 14:03
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La vergüenza es la creencia de que tenemos defectos o imperfecciones inconfesables. Pero es más que una creencia negativa.
La sentimos físicamente. Alguien nos dice algo que es crítico con nosotros y experimentamos una sensación de pesadez u opresión difícil de evitar. Por mucho que consigamos racionalizarlo y entender objetivamente que no es cierto.
Puede llegar a ser una emoción tan dolorosa que nos lleva a intentar evitarla a toda costa. Se apodera de nuestros pensamientos. Es insoportable sospechar que hay algo mal en nosotros. Para protegernos de ella podemos entrar en una respuesta de lucha, huida o inacción. La percibimos como algo tan peligroso para nuestra integridad que produce respuestas similares a las que provoca el miedo. Intentamos huir inmediatamente de ella, incluso atacando a personas cercanas a las que intentamos hacer cargar con ella. La dinámica del acoso escolar o laboral es un ejemplo de ello. Ridiculizar a otra persona para distraer la atención de nosotros.
¿Qué podemos hacer para cambiar esta dinámica?
No lo conseguiremos hasta que no seamos conscientes de ello. Se trata de traer a nuestra primera linea de pensamiento aquello que nos avergüenza. Debemos identificarlo y analizarlo para conseguir desactivarlo.
Es un proceso complicado que, en muchos casos, va a exigir terapia psicológica. La vergüenza puede estar tan arraigada en nosotros que nos resulte casi imposible conseguir identificarlo. Cambiarlo exige un trabajo intenso similar al que se puede producir para la desprogramación de una secta destructiva.
A menudo, debido a nuestro miedo a ser debilitados por esta emoción tan dolorosa nos separamos de ella. Incluso llegando a entenderla como algo inevitable que forma parte intrínseca de nuestro ser.
Es algo que ha ido creciendo en nosotros, producto de muchos condicionantes -externos en su mayoría-, que han conseguido de se conviertan en una segunda piel.
Cuando comenzamos a conseguir desembarazarnos de la vergüenza, la sensación de liberación es espectacular. En cierta forma es como si nos descubriésemos.
¿A qué esperan? ¡Fuera la vergüenza!
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