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Enrique Rubio ( Efe) / París
Martes, 26 de marzo 2019, 12:32
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Si ante el brexit los países comunitarios han demostrado hasta ahora una férrea (y casi inesperada) cohesión, la tentación china llama a las puertas de Europa con promesas de inversiones y comercio sin trabas. Con la desaceleración en ciernes, no faltan candidatos a dejarse embelesar.
Las alarmas han terminado de dispararse después de que Italia se convirtiera en el primer país del G7 en sumarse al plan chino, aunque sea solo de manera "programática", como apunta Roma.
Por eso, la cumbre de este martes entre el líder chino, Xi Jinping, y el triunvirato formado por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, tuvo algo de dilema existencial para la UE.
Europa necesita a China, pero no quiere recibir el abrazo del oso. En ámbitos como el cambio climático o el multilateralismo, el llamado Imperio del Centro se muestra más proclive al entendimiento que los Estados Unidos de Donald Trump. Avanzarán juntos.
En cambio, en comercio e inversión, Europa ve con recelo la desigual competencia de sus empresas con las chinas -que cuentan muchas veces con el peso del Estado detrás- o la pérdida de soberanía sobre áreas estratégicas.
"La decisión italiana de participar (en la Nueva Ruta de la Seda) aporta un balón de oxígeno a la política de Pekín, pero su arrogancia ha llevado a los dirigentes de la UE a buscar una posición común para limitar la presencia china en los sectores estratégicos", explica a Efe el sinólogo Jean-Philippe Béja.
Hay tantas respuestas como millones de euros en juego. Pero es evidente que las tensiones comerciales con Estados Unidos y la desconfianza hacia el proteccionismo de Trump no son ajenas a este renovado acercamiento chino al Viejo Continente.
Pekín ya introdujo una cuña en Europa con la creación en 2012 del formato 16+1, que agrupa a China con 11 países orientales de la UE y cinco balcánicos. Pero esa fórmula, recuerda Béja, comienza a dar muestras de agotamiento. Las promesas de inversión están lejos de haberse cumplido.
"China ha entendido la debilidad de Europa y las divisiones entre países del Este, del Sur y del Norte", cree este experto del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) y la universidad SciencesPo, quien alerta de que con el acercamiento a Europa Xi pretende acallar críticas internas a su respuesta a la guerra comercial con EE.UU.
Más allá de cuestiones económicas, agrega Béja, la apuesta geopolítica de la Ruta de la Seda es clara: China quiere reconstruir una escena internacional que le sea favorable, y más con el actual repliegue estadounidense.
La Belt and Road Initiative (BRI), más conocida como Nueva Ruta de la Seda, es ante todo un mastodóntico proyecto de infraestructuras. La idea de China es crear por tierra y mar una tupida red que permita dar salida a sus mercancías por Europa, África y Asia.
Ya lo hizo, por ejemplo, con la adquisición del puerto griego del Pireo por parte de su naviera estatal Cosco en plena crisis helena, pero Italia se presenta ahora como una puerta de entrada idónea en Europa Occidental.
Sin embargo, hoy las miradas se ponen principalmente en el desembarco tecnológico.
La Comisión Europea publicó hace dos semanas un documento con diez pautas para la relación con China: la novena explicita que como salvaguarda frente a potenciales amenazas para la seguridad "se necesita un enfoque común sobre la seguridad de las redes 5G".
El fabricante chino Huawei pretende desplegar sus equipos de redes de telecomunicaciones en Europa para desarrollar esta tecnología, pero la UE parece haber tomado conciencia de los riesgos que ello implica.
Béja advierte de que otro campo donde el gigante asiático querrá implantarse es la inteligencia artificial, "que para el partido comunista chino sirve sobre todo para reforzar su control sobre los ciudadanos".
China ha firmado ya acuerdos en su Ruta de la Seda con Portugal, Bulgaria, Croacia, República Checa, Hungría, Grecia, Malta, Estonia, Letonia, Lituana, Eslovaquia y Eslovenia, además de Italia.
París y Berlín, respaldados por Bruselas, tratan de encabezar una respuesta unificada, pero el enfoque bilateral que privilegia Pekín hace difícil evitar que nuevos Estados se sumen.
Para el analista Béja, Europa nunca ha demostrado unidad frente a China, y los últimos acontecimientos pueden debilitar aún más una respuesta común.
Sin embargo, la gran diferencia ahora reside en que la UE parece haber tomado conciencia del desafío que enfrenta.
El alejamiento de Estados Unidos y la previsible salida del Reino Unido alimenta la idea de que Europa está más sola y débil que nunca, lo que en el mejor de los casos puede llevar a que aumenten los esfuerzos para hallar una posición unificada.
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