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paula rosas
Londres
Domingo, 11 de septiembre 2022, 13:20
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Ha sido uno de los logros de los que más orgullosa se ha sentido. La Commonwealth no se entiende sin Isabel II y, ahora que su largo reinado ha llegado a su fin, la gran pregunta es si conseguirá sobrevivir a su muerte.
Australia y Nueva Zelanda han celebrado este domingo sendas ceremonias para proclamar oficialmente como su nuevo rey a Carlos III. La ceremonia se ha repetido este fin de semana en el resto de territorios de la Commonwealth que también lo tienen como jefe de Estado. «Hoy conmemoramos el fallecimiento de la reina Isabel II y reconocemos a su hijo, el rey Carlos III, como nuestro soberano», ha dicho la primera ministra neozelandesa, Jacinda Arden, que ha agradecido al nuevo soberano el «afecto» que siempre ha mostrado por su país.
Su homólogo australiano, Anthony Albanese, ha declarado el 22 de septiembre como día festivo nacional para «permitir que la gente presente sus respetos por el fallecimiento de la reina». Albanese, político partidario del republicanismo, ha evitado pronunciarse sobre el creciente debate existente en Australia para modificar el modelo de gobierno actual hacia una república y ha señalado que «mis opiniones al respecto son más que conocidas. Pero ahora no es el momento de hablar» sobre esta cuestión sino de «rendir homenaje a la vida de la reina Isabel. Una vida de dedicación y lealtad, incluso para el pueblo australiano», ha manifestado.
El primer ministro de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, ha sido el único que hasta ahora se ha referido a una reforma política al anunciar que convocará un referéndum en un plazo de tres años para conocer si los ciudadanos quieren convertir el Estado en una república. «Este no es un acto de hostilidad ni ninguna diferencia entre Antigua y Barbuda y la monarquía, pero es el paso final para completar ese círculo de independencia y garantizar que seamos verdaderamente una nación soberana», ha explicado Browne, quien firmó el sábado el documento que confirma el estatus de Carlos III como el nuevo rey.
La mancomunidad de Estados que surgió del desmantelamiento del Imperio Británico apenas tenía tres años cuando Isabel II ascendió al trono en 1952. Ambos han crecido juntos y la suya ha sido, al menos desde el punto de vista de la reina, una historia de amor.
La relación es más compleja desde el otro lado, con el fantasma de la colonización siempre sobrevolando los ánimos. Pero son muy pocos los que niegan que, sin el empeño de Isabel II, la Commonwealth se habría ido a pique hace mucho tiempo. «Sospecho que nunca habría despegado de la forma en la que lo hizo sin la reina como impulsora», reconoce el exprimer ministro, David Cameron, en la biografía de Isabel II 'Queen of the World', de Robert Hardman. «Ella garantizó su nacimiento, su crecimiento y desarrollo en cada una de las etapas. Sin ella no existiría».
«Puede que la reina heredara la Corona, la Iglesia (anglicana) y las Fuerzas Armadas», escribe Hardman, «pero con su 'familia de naciones' fue diferente. Tuvo que ganarse su aprobación». Para el biógrafo, «ese proceso ayudaría a transformar el Reino Unido en la sociedad multicultural que es hoy, un proceso en el que la reina ha tenido un papel fundamental».
La Commonwealth se creó formalmente con la Declaración de Londres en 1949. Hoy la forman 54 Estados de lo más variopinto: desde naciones ricas como Canadá o Australia, muy pobladas como la India o diminutas como Tuvalu o Brunei. Todas se asociaron de forma voluntaria y suman una población de 2.500 millones de habitantes, casi una de cada tres personas en el mundo.
Su propósito e incluso su utilidad siguen siendo objeto de debate y dependen de a quién se pregunte. La mancomunidad promueve la cooperación y los vínculos comerciales y de amistad entre esos países tan distintos, además de propulsar causas como la lucha contra el cambio climático. Isabel II (y ahora Carlos) ha sido la jefa del Estado de 15 de ellos.
Pero, ¿conseguirá sobrevivir sin su gran defensora? Es difícil saberlo. En 2021, Barbados decidió convertirse en una república y elegir libremente a sus presidentes. Otros seis países caribeños, entre ellos Jamaica, también han dado a entender que quieren hacer esa misma transición. Las dos últimas visitas reales a la región en 2022 fueron un desastre. Tanto los ahora príncipes de Gales, Guillermo y Catalina, como el hijo menor de Isabel II, Eduardo, y su esposa, se encontraron con protestas en cada una de las escalas, donde los manifestantes pedían una disculpa oficial de la monarquía por haberse beneficiado en el pasado del comercio de esclavos y exigían reparaciones.
Australia también lleva años preparando la conversión. Puede que la bahía de Sidney se iluminara de color morado para conmemorar el Jubileo de Platino de la reina en 2022, cuando se celebraron sus 70 años en el trono. La víspera, sin embargo, el Gobierno australiano había nombrado por primera vez a su primer «ministro para la República», encargado de organizar la transición. Aunque reconoció «el fabuloso trabajo que ha hecho» Isabel II, dijo entonces Matt Thiselthwaite, «es hora de empezar una conversación seria sobre qué es lo que le espera a Australia una vez acabe el reinado de Isabel II».
Decidir convertirse en república no significa que quieran abandonar la Commonwealth. Barbados, de hecho, sigue siendo miembro. Para muchos Estados pequeños como la flamante república, con poco peso en el panorama internacional, la Commonwealth ofrece una plataforma para defender los asuntos que les conciernen como, por ejemplo, el cambio climático para las naciones diminutas de Micronesia. Es por este motivo que algunos países que no formaron parte del Imperio Británico, como Ruanda o Mozambique, se hayan unido al grupo a lo largo de los años.
El organismo también les sirve para resolver disputas, e Isabel II ha ejercido durante décadas ese papel, en el que ha puesto gran empeño. A veces, incluso, poniéndose discretamente pero con tesón del lado de la Commonwealth y frente a su propio Gobierno.
Ocurrió al menos en 1986, cuando consiguió presionar entre bambalinas a Margaret Thatcher, la única jefa de Gobierno de la mancomunidad que se oponía a imponer sanciones económicas al régimen racista de Sudáfrica.
La última vez que la soberana participó en una cumbre de jefes de Gobierno de la Commonwealth fue en 2018, cuando acogió a sus líderes en el palacio de Buckingham. Quizás sabiendo que sería la última, la monarca se permitió una última intromisión. Dijo entonces que era su «deseo sincero» que su hijo Carlos la sucediera a la cabeza de la institución. La jefatura de la mancomunidad no es hereditaria, pero nadie se opuso.
¿Fue un acuerdo sincero o un deseo de no disgustar a una nonagenaria Isabel II? No está claro. Por si acaso, Guillermo, hoy príncipe de Gales, ya manifestó en su momento que no le preocupaba quién pueda liderar la futura Commonwealth, quizás consciente de que no llegue nunca a ocupar su jefatura. Su compromiso, ha dicho este mismo tarde, era «servirla y apoyarla lo mejor que podamos».
En sus más de siete décadas, la Commonwealth ha conseguido sobrevivir a turbulencias políticas, cambios de bloques y sistemas y hasta del orden mundial. La única constante hasta ahora había sido la reina. El tiempo dirá si existe un futuro más allá de Isabel II.
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