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iñigo fernández de lucio
Lunes, 8 de agosto 2022, 20:50
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«Cualquier ataque a una planta nuclear es algo suicida». La cita, tajante, pertenece al secretario general de la ONU, el portugués António Guterres. «Ucrania y Rusia están jugando con fuego», ha criticado este lunes desde Tokio, después de haber participado durante el fin de semana en los actos de homenaje por el 77 aniversario del bombardeo de Hiroshima, el primer ataque con bomba atómica de la Historia. Su advertencia llegó tras la escalada de enfrentamientos entre Kiev y Moscú, que se acusan de atacar la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa. «Espero que estos ataques terminen y, al mismo tiempo, espero que la OIEA (Organismo Internacional de la Energía Atómica) pueda tener acceso a la planta y ejercer sus competencias encomendadas», que pasan por garantizar la estabilidad de la planta, abundó el mandatario luso.
Lo paradójico es que las dos partes enfrentadas en el conflicto son conscientes de la delicada situación, pero ninguna de ellas reconoce ser el autor de los ataques. «No existe nación en el mundo que pueda sentirse segura cuando un Estado terrorista dispara contra una planta nuclear. Dios no lo quiera, pero podría suceder algo irreparable y nadie detendrá el viento que propagará la contaminación radiactiva», advirtió este lunes el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Por ello, pidió una respuesta «ahora» de la comunidad internacional. Un mensaje muy similar al que lanzó el Kremlin. Su portavoz, Dimitri Peskov, emplazó a los países «con influencia absoluta» sobre Kiev a interceder para poner fin a los ataques.
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La central está situada en la ciudad de Energodar, al sur del país, en la región de Zaporiyia. Fue tomada por tropas rusas en los albores de la invasión, a principios de marzo. En la actualidad está custodiada por unos 500 soldados rusos y 50 vehículos pesados, tanques y camiones, según el responsable de la agencia nuclear ucraniana -Energoatom-, Petro Kotin. Cuando fue conquistada, la comunidad internacional entró en alerta por los sucesivos bombardeos que tuvieron lugar en sus alrededores.
La tensión volvió a la zona el pasado viernes. Kiev y Moscú se responsabilizan mutuamente de una serie de ataques contra los reactores de la planta. El sábado uno de ellos -cuenta con seis- tuvo que ser parado tras ser alcanzado. El Ministerio de Defensa ruso afirmó este lunes que el último bombardeo, que tuvo lugar en la noche del sábado al domingo, dañó una línea de alta tensión que proveía de electricidad a dos regiones ucranianas. La planta es especialmente vulnerable porque permanece conectada al sistema eléctrico por una única línea, lo cual es peligroso ya que si se corta del sistema definitivamente las instalaciones quedarían expuestas. Un escenario que se quiere evitar a toda costa.
«Debería haber una misión de mantenimiento de la paz que incluya también a expertos del OIEA y otras organizaciones de seguridad», solicitó este lunes Kotin. El responsable de Energoatom abogó, asimismo, por crear una «zona desmilitarizada» alrededor del recinto de la central. «Si la situación se sale de control, será como en Fukushima o Chernóbil», advirtió.
La planta nuclear ha acaparado todas las miradas en los últimos días por el descomunal desastre que podría producirse si cualquiera de los dos bandos en conflicto comete un error de cálculo. Pero la guerra continúa en otros frentes. Uno de ellos es Jersón, región que colinda precisamente con la de Zaporiyia. Las fuerzas ucranianas siguen con su contraofensiva lanzada la semana pasada para retomar el control de la región, ocupada por las tropas rusas. Este lunes destrozaron los puentes de Antonovski y de Kajovski, según confirmó la portavoz del comando sur del Ejército ucraniano, Natalia Gumeniuk.
Ambas infraestructuras son puntos estratégicos, pero especialmente lo es la primera, el puente de Antonovski. Situado sobre el río Dnipro, a las afueras de la ciudad de Jersón, resulta clave para el suministro de la localidad ya que es el único que conecta la orilla sur del río con el resto de la región. Kiev ya destruyó parcialmente la crucial infraestructura en otro bombardeo el pasado 27 de julio. La zona es estratégica ya que limita con la península de Crimea, anexionada por Moscú en 2014. Al ocupar Jersón, Rusia pudo conectar ambos territorios.
Las autoridades prorrusas en Jersón, y desde este lunes también en Zaporiyia, han creado comisiones electorales con vistas a celebrar sendos referéndums de adhesión de ambas regiones a Rusia, al igual que sucedió en Crimea hace ocho años. El plebiscito no fue reconocido por la comunidad internacional pero incorporó 'de facto' la península al territorio ruso. Ahora Moscú planea hacer lo mismo con Jersón y con Zaporiyia. Las consultas están previstas para septiembre.
«Si los ocupantes siguen el camino de estos 'pseudoreferéndums', se cerrará cualquier posibilidad de negociación con Ucrania y el mundo libre», amenazó Volodímir Zelenski, que advirtió que «todos los que ayuden a los ocupantes responderán ante Ucrania. «No daremos nada de lo nuestro», zanjó el líder ucraniano.
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