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Sábado, 3 de diciembre 2022, 20:07
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Barack Obama está de vuelta en Georgia con una pregunta que a priori suena a Barrio Sésamo. «¿Cuál es la diferencia entre 50 y 51?», preguntó al público el jueves. «¡Mucha!», se respondió a sí mismo.
Ese asiento que daría la mayoría simple al Partido Demócrata en el Senado es la diferencia que hubiera permitido al presidente Joe Biden aprobar su Plan para Reconstruir Mejor EE UU, sin depender de los senadores Joe Manchin o Kyrsten Sinema, dos demócratas conservadores que gracias a la salomónica división de la Cámara han conseguido negociar a su antojo todas las legislaciones que el partido ha intentado sacar adelante, sacrificando la agenda medioambiental.
Con el asiento 51 que da la mayoría, los demócratas podrían nombrar a los presidentes de los comités del Senado, que en esta legislatura tuvieron que ser pactados con la oposición. El líder republicano, Mitch McConnell, aprovechó para arrancarles el compromiso de no eliminar el requerimiento de mayoría absoluta para ciertas leyes, lo que de facto les ató la manos. Con ese asiento extra de Georgia sería mucho más fácil y más rápido aprobar a los cargos que nombre el presidente y a los jueces federales que deben pasar primero por la lupa del Senado. Les daría también un seguro de vida para la hegemonía en la Cámara, donde la baja de cualquier senador demócrata por muerte o enfermedad supondría perder el Senado. Y liberaría a la vicepresidenta Kamala Harris para viajar, hasta ahora forzada a quedarse cerca para romper el empate, algo que ha hecho 26 veces en menos de dos años, batiendo el récord del presidente John Adams.
Todo eso y mucho más depende de lo que pase en las elecciones del martes en Georgia, un estado que celebra segunda vuelta porque ningún candidato superó el 50% del voto que requiere su ley para alzarse con el escaño pendiente. Y es por eso que Barack Obama ha vuelto a hacer campaña por el senador Raphael Warnock, «un hombre con clase que le cae bien a la gente porque sientes su integridad cuando hablas con él», dijo el jueves a la audiencia del Pullman Yards de Atlanta. «Alguien que ha servido toda su vida como trabajador comunitario, que dice la verdad, que mantiene su palabra, que trata a todo el mundo con decencia y respeto, ¡incluso a aquellos que se oponen a él!».
Ese sería su rival, Herschel Walker, un famoso ex jugador de fútbol americano inmortalizado en el College Football Hall of Fame de Atlanta, donde empezó antes de jugar con los Dallas Cowboys, los Philadelphia Eagles o los New York Giants. Cuando Donald Trump le fichó para disputar a Warnock el asiento de su Georgia natal vivía en Texas, lo que este explotó porque «Georgia se merece un senador que viva en Georgia». Esa percepción de oportunismo que también destacase en Pensilvania el demócrata John Fetterman con otra estrella de televisión respaldada por Trump, le costó las elecciones al Dr. Oz, que mudó su residencia de la vecina New Jersey para poderse presentarse. En el caso de Walker, empadronarse en casa de su esposa no fue suficiente, porque varias veces durante la campaña le traicionó el subconsciente al decir públicamente que vive en Texas, e incluso se sabe que sigue anotándose deducciones fiscales relacionadas con su «residencia habitual» en Texas.
«Todo el mundo me pregunta por qué decidí presentarme a senador y, para ser sincero, es algo que nunca jamás en mi vida pensé que fuera a hacer», contó en un mitin. «Estaba sentando en mi casa de Texas viendo lo que pasaba en el país y ….».
Las meteduras de pata de Walker son parte de su carisma, como inventarse historias probadamente falsas -nunca pudo ser un agente del FBI porque carece del título universitario que se requiere para entrar en el cuerpo-. Con su elegancia y sentido de humor habitual, Obama reconoció durante su anterior visita de octubre que fue un gran jugador, aunque no por eso cualquiera que le reconociera en el aeropuerto le iba a dejar «pilotar el avión». El jueves dijo a la audiencia del Pullman que a quien se le haya olvidado que no está capacitado para ser senador solo tiene que escucharle, «te lo recuerda cada vez que abre la boca», bromeó. «Cada día sale con algo». Esta semana habla «de temas que preocupan mucho a los habitantes de Georgia», dijo irónico, «como si es mejor ser un vampiro o un hombre lobo. Y para deciros la verdad, es algo que yo mismo me he preguntado, cuando tenía siete años».
El eterno candidato de la esperanza es la estrella del partido capaz de llenar pabellones y sacar brillo a candidatos desgastados. Con humor deja en evidencia la falta de preparación de los candidatos trumpistas, rostros televisivos que deslumbran a las bases y conquistan el voto religioso con la promesa de vetar el aborto. Varias mujeres han denunciado que Walker les pagó uno, pero la coherencia no es un problema en el círculo de Trump.
Con el voto afroamericano dividido entre dos candidatos de color, Walker, que quedó segundo el 8 de noviembre a 40.000 votos por detrás de Warnock, es el favorito al ser receptor natural de los 81.000 votos que sacó en la primera vuelta el candidato libertario, Chase Oliver. Ha tomado prestada también la maquinaria electoral del gobernador republicano Brian Kemp, que no se acercó a él hasta que ganó su reelección para que no se le asociara con Trump, tóxico en el estado donde presionó a las autoridades electorales para que le encontraran «11.779 votos» con los que ganar las elecciones.
Trump recauda fondos para él, pero por lo mismo no hace campaña en Georgia. Tampoco Biden. El Partido Republicanos pinta a Warnock como el hombre que rubricará la agenda de un presidente desgastado e impopular. Mejor dejar la arena a otros pesos pesados de ambos partido, que derrochan dinero y energía en Georgia, un estado mental donde se juega el martes la última batalla del Senado para los próximos dos años. «Se que muchos de vosotros os quedasteis más tranquilos porque el pasado día 8 la gente salió a votar y, como resultado, los demócratas siguen teniendo control del Senado», entonó Obama. «Yo también estoy satisfecho de que muchos de los negacionistas electorales más ofensivos, potencialmente peligrosos y, reconozcámoslos, un poco locos, perdieran. Parece que la mayor parte de los estadounidenses quiere que sus líderes trabajen en unir a la gente, al contrario que los conspiracionistas que meten miedo, y eso me hace ser un poco más optimista, pero estoy aquí para deciros que no podemos bajar la guardia ni soltar. No, hasta que nos aseguremos de que Raphael Warnock vuelve al Senado de EE UU».
El presidente Joe Biden ha pedido al Comité Nacional Demócrata que Carolina del Sur se convierta en el primer Estado del país en celebrar las primarias del partido, seguido por New Hampshire y Nevada una semana después. Esta petición supone sustituir a Iowa como escenario de la contienda inicial rompiendo una tradición que se remonta a 1971. Biden quiere premiar así a un territorio donde su partido cuenta con un gran bloque de votantes, sobre todo en el colectivo afroamericano. Las primeras primarias atraen tal interés y espectáculo que implican un gran desembolso en el Estado.
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