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Unos soldados ucranianos rasgan la bandera rusa tras la toma de Járkov afp
«Gran derrota», «negligencia», «deshonor», las críticas por la derrota de Járkov acosan a Putin

«Gran derrota», «negligencia», «deshonor», las críticas por la derrota de Járkov acosan a Putin

Veteranos, exmilitares y líderes de opinión elevan los reproches al Kremlin por dejar que Ucrania «tome la iniciativa» de la guerra y algunos piden cárcel o «fusilamientos» contra «muchos altos cargos con uniforme

miguel pérez

Lunes, 12 de septiembre 2022

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La tan inesperada como indiscutible derrota de las tropas rusas en Járkov ha colocado al Kremlin sobre un nido de serpientes. «Negligencia», «traición», «deshonor» o «gran derrota» son algunos de los epítetos con los que el presidente ruso, Vladímir Putin, se acostó anoche y se ha despertado este martes como consecuencia de la derrota de sus tropas en Járkov. A los casi noventa concejales de 18 distritos críticos con el mandatario, promotores de una recogida de firmas en la que piden su dimisión y enjuiciamiento por «traición», se ha sumado en las últimas horas un puñado de veteranos exmilitares, blogueros y analistas que se preguntan sobre los escasos avances del Ejército, la ineficacia de sus mandos y el futuro que le espera a Rusia ante un conflicto cada día más imperecedero.

Putin está enfadado. Los errores militares le inflaman. Y en la batalla de este fin de semana pasado parece pesar tanto el empuje y acierto de los ucranianos en su estrategia como los fallos en la Inteligencia y la cúpula de Defensa de Rusia. Así lo asegura al menos el Pentágono, que ha destacado como elementos sustanciales de esta reconquista las complejidades y luchas internas en la cadena de mando de las fuerzas ocupantes, así como sus problemas de logística y la falta de reacción ante una ofensiva imprevista.

A la vista de todos los vecinos de Járkov están las huellas de una retirada precipitada y en pleno desorden. Cientos de soldados dejaron este fin de semana el frente como pudieron. A pie, en coches robados e incluso en bicicleta. Imposible llevarse nada. Por eso atrás quedaron blindados, lanzacohetes, armas y munición abandonados que, para bochorno de Moscú, el Gobierno kievita ha dicho que readaptará para ser usados por sus tropas contra los rusos. Las primeras inspecciones han permitido comprobar el mal estado y el desgaste de buena parte de ese material, lo que revelaría los fallos del sistema de mantenimiento del Kremlin.

Miembros del Servicio de Seguridad del Estado de Ucrania posan para una foto en la ciudad recientemente liberada de Kupiansk
Miembros del Servicio de Seguridad del Estado de Ucrania posan para una foto en la ciudad recientemente liberada de Kupiansk reuters

Tampoco nadie acudió a evacuar a los soldados. Bastantes «parecían niños» y rompieron a llorar cuando supieron que «estaban solos». Los medios afirman hoy que buena parte de ellos han logrado atravesar la frontera y están ya en la Federación Rusa. Algunos expertos se preguntan cómo es posible que no existieran planes de evacuación respecto a unas unidades que se encontraban en primera línea del frente. Y sorprenden igualmente los problemas de suministro a unas tropas estacionadas a medio centenar de kilómetros de la frontera con Rusia. Los vecinos de las aldeas cuentan que los militares mataban cerdos para asarlos, si es que encontraban alguno, ante la falta de raciones.

A cualquiera que haya seguido de cerca la invasión de Ucrania desde el pasado febrero todo esto le sonará conocido. 10 de marzo. Brovary. La primera demostración de que el Ejército ruso no era la tan bien promocionada máquina perfecta militar que persistía en el imaginario occidental. Los militares mueven de aquí para allá una columna de tanques compacta. En un momento dado, los ucranianos la emboscan en una avenida. Arrojan sobre ellos granadas como martillazos en una fragua. Tampoco muchas. Se ve que no andan sobrados de artillería. Pero surte efecto. Unos blindados arden, otros escapan como pueden y alguna tripulación salta del tanque y huye a la carrera o muere bajo los disparos. Luego se supo que la columna viajaba sin escolta aérea o de infanteria y que su ruta no había sido examinada.

Errores así se han repetido con asiduidad. La famosa columna de tanques de varios kilómetros de longitud que Moscú paseó por el centro de Ucrania acabó igualmente sumida en un rosario de problemas logísticos. Y la retirada de Kiev, que el Kremlin anunció como un cambio de estrategia para centrarse en ocupar el Donbás –como efectivamente fue–, tampoco resultó una exhibición de maestría militar.

Tanques destruidos en Balakliia.
Tanques destruidos en Balakliia. Afp

Putin está enfadado. Ha arrestado a mandos de Inteligencia y remodelado la cúpula militar en estos siete meses de invasión. Y llega Járkov y revela que los problemas persisten. Pero sus críticos todavía están más encolerizados. Algunos blogueros afines a su Gobierno se preguntan si el presidente está bien informado de lo que sucede en el país vecino. No se entiende muy bien, por ejemplo, que a Putin la retirada de sus soldados de Járkov le pillara en un parque inaugurando una noria. Veteranos militares retirados no han visto con buenos ojos que Moscú celebrase su 875 aniversario con diferentes festejos mientras sus tropas morían o intentaban sobrevivir abandonadas a su suerte.

Ígor Guirkin, oficial retirado que dirigió junto a otros mandos la rebelión prorrusa de 2014 en el Donbás, considera que Serguéi Shoigu ha demostrado ser un ministro de Defensa «negligente». Otro experto militar, Yuri Podoliaka, ha criticado que el Kremlin intente hacer creer a la población que la retirada de Járkov es un «astuto plan» de reagrupamiento, mientras otros veteranos y líderes de opinión ponen el grito en el cielo por que el Estado Mayor haya perdido territorios y dejado arsenales en manos de los ucranianos sin ejercer una mínima oposición. «Muchos altos cargos con uniforme son dignos de despido con deshonor y parte de ellos, de condena de cárcel o incluso fusilamiento», ha exclamado en Telegram el periodista político Vladímir Soloviov. Guirkin y otros exmilitares han exigido a Putin que tome las riendas de la guerra de nuevo. Afirman que Ucrania ha tomado ahora la iniciativa y los rusos corren peligro de ser cercados en otros territorios del Donbás ocupado.

Aunque se muestran muy cautos con los logros de Kiev, los analistas internacionales sí coinciden en que sus fuerzas armadas han sumado una importante victoria, que otorga al Gobierno de Zelenski dos ventajas en el terrerno geoestratégico. La primera, la posibilidad de presionar con mayor credibilidad a Occidente para que continúe armando a sus soldados aprovechando la euforia pasajera. La segunda es su nueva posición de fuerza para negarse o aceptar una negociación de paz. El ministro de Exteriores ucraniano, Dmitró Kuleba, ha sostenido esta mañana que Moscú deberá aceptar «el hecho de que su posición se ha debilitado» y se ha preguntado: «Si en este momento vamos a estar en una ofensiva exitosa y vamos a liberar nuestros territorios, ¿por qué tenemos que acordar algo con el agresor? Nuestro objetivo final es la liberación de nuestros territorios. No estamos en guerra para sentarnos y acordar que (los rusos) se queden aquí». Más claro, imposible.

Un destacamento de soldados rusos, destruido durante la contraofensiva uctaniana.
Un destacamento de soldados rusos, destruido durante la contraofensiva uctaniana. reuters

Los concejales disidentes

A partir de las palabras de Kuleba y de la propia inercia del Kremlin, que asegura que «cumpliremos nuestros objetivos» en la exrepública soviética, cabe deducir que la invasión no terminará pronto. Y es precisamente la prolongación de la guerra y la sensación de que ésta puede empantanarse durante mucho tiempo sin otras vías aparte que la de enviar miles de militares al frente y abocar a Rusia a un incesante desgaste lo que ha exacerbado los ánimos de casi un centenar de políticos de rango medio, que han exigido la dimisión de su presidente, Vladímir Putin. Se trata de un gesto inédito en el que los firmantes, mayormente concejales de distrito, se arriesgan cuando menos a una multa.

Pero también representan los primeros reproches públicos y coordinados contra el jefe del Kremlin, acrecentados desde este fin de semana tras el aparente descalabro de la línea del frente en Ucrania. El revés ha llevado a una parte del entorno del mandatario a pedirle que cese a miembros del alto mando y del Ministerio de Defensa por los errores en el campo de batalla. Tampoco se descarta que estas solicitudes lleguen a la Inteligencia militar, que habría caído en la trampa del Ejército de Kiev de hacerles creer que pensaba atacar en una región diferente a Járkov, donde los invasores han sido desalojados.

En una sorprendente rebelión, los diputados del distrito de Smolninsky, en San Petesburgo, fueron los primeros en reclamar la marcha de Putin el pasado día 7 e incluso solicitar a la Cámara baja rusa –más bien de forma simbólica– que le acuse de traición como fórmula para lograr su destitución inmediata. A éstos les han seguido otros grupos de electos de los distritos de Moscú, San Petersburgo y Kolpino. Ayer sumaban cerca de noventa adhesiones.

La moción tendrá un breve recorrido político. El partido del presidente, Rusia Unida, domina la Duma. Nadie cree que vaya a producirse una desestabilización. El miedo es que la protesta crezca. Sobre todo, porque los resultados del conflicto hasta ahora no acompañan a Putin. Sus promotores avisan que la finalidad consiste precisamente en hacer saber a otros ciudadanos y políticos críticos que «no están solos». La Policía ha comenzado a advertir a los firmantes que se enfrentan a «cargos legales» por «desacreditar al Gobierno». En Internet han empezado las campañas para recaudar fondos encaminados a pagar futuras sanciones, que en el mejor de los casos podrían ascender a 50.000 rublos (814 euros).

Una propuesta hiriente

Sin embargo, es indudable que la misma propuesta resulta hiriente para Putin, que creció en Smolninsky y fue teniente de alcalde en San Petersburgo. Allí conserva todavía amigos. La poderosa máquina de seguridad del Kremlin ha logrado acallar los otros dos movimientos telúricos sufridos en la jefatura del Gobierno desde el comienzo de la guerra. Inmediatamente después de iniciada la invasión, las protestas en su contra tomaron las calles, pero terminaron casi con tanta rapidez como habían prendido dejando un saldo de 6.000 detenidos. Tampoco la oposición de un puñado de oligarcas como Mikhail Khodorovsky, Mikhail Fridman u Oleg Tinkov, y parlamentarios como Vyacheslav Markahev o Mikhail Matveyev, han generado crisis de gobierno alguna.

De hecho, su repercusión mediática ha sido mayor en Estados Unidos y Europa que en Rusia, donde los periódicos no mencionaban ayer la crítica de los concejales. El Kremlin cuenta a su favor con el desafecto de un amplio porcentaje de la población respecto al conflicto ucraniano, del que poco se habla en público.

«Creemos que la decisión tomada por el presidente Putin de iniciar la operación militar especial es perjudicial para la seguridad de Rusia y sus ciudadanos», señala el documento presentado en Smolninsky. «La retórica que usted y sus subordinados utilizan está llena de intolerancia y agresividad. La gente vuelve a temer y odiar a Rusia mientras amenazamos al mundo entero con armas nucleares», denuncian por su parte en otro comunicado los electos del distrito de Lomonosovsky, el segundo más activo en esta oposición. «Por lo tanto, pedimos que se le releve de sus funciones, ya que sus puntos de vista y su modelo de gobierno están irremediablemente anticuados», concluye. «Nosotros, los diputados municipales de Rusia, creemos que las acciones del presidente Vladímir Putin dañan el futuro de Rusia y sus ciudadanos. ¡Exigimos la renuncia de Vladímir Putin al cargo de presidente de la Federación Rusa!», cita la petición publicada en Internet, que han firmado ya 18 distritos.

Los electos consideran que la guerra conducirá inexorablemente a un desastre económico en Rusia y citan los perjuicios causados ya por las sanciones de Occidente y, desde ayer, la criba impuesta por la UE a las visas de viaje. También se muestran alarmados por el coste humano que supone el conflicto, aunque el Parlamento intentó tranquilizar ayer a la población al anunciar que no habrá ley marcial en Rusia ni movilización militar.

Finalmente, los diputados locales intentan hacer llegar su voz al propio Putin. Algunos dudan de que el presidente sea consciente del curso real de la guerra, un interrogante constante desde el inicio de la invasión, cuando se rumoreó que la Inteligencia y su Estado Mayor le suministraban una versión edulcorada. El portavoz oficial, Dmitri Peskov, quiso despejar ayer balones y afirmó que Putin está «al corriente de todo lo que sucede» en Ucrania.

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