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Un soldado refuerza con alambradas el perímetro de la Embajada de EE UU en Kabul, en una imagen de archivo. AFP
Biden no se arrepiente de la retirada estadounidenses pese a las críticas

Biden no se arrepiente de la retirada estadounidenses pese a las críticas

El Pentágono advierte a los insurgentes que sus soldados «volverán a la lucha» si resulta atacada la Embajada en Kabul

Mercedes Gallego

Nueva York

Viernes, 13 de agosto 2021, 21:46

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Saigón 1975. El fantasma de ese desastre histórico flota en la mente de medio mundo. Salvo en la Casa Blanca. Allí el presidente Joe Biden se resiste al tormento de los espíritus, convencido de que no tenía más alternativa que retirar las tropas y dejar al gobierno de Ashraf Ghani a su suerte. Pero por más que el Pentágono diga «no estar enfocado en la historia de Vietnam, sino en la misión» de evacuar a los civiles que le han asistido en estos veinte años de guerra, el envío de 3.000 tropas para apoyar «la reducción de su huella de personal», reza el eufemismo, va dibujando el perfil de la temida foto.

«Bajo ninguna circunstancia vais a ver sacar a la gente en helicóptero desde el tejado de la Embajada de Estados Unidos en Afganistán», prometió el presidente el mes pasado al anunciar que la labor de EE UU concluiría el 31 de agosto. El saqueo de la base de Bagram, que habían abandonado intempestivamente las tropas americanas el día antes de esta promesa, era el presagio del caos en el que quedaría el país, pero nadie, ni siquiera el Pentágono, anticipaba la vertiginosa velocidad a la que caerían los pueblos y ciudades afganos a manos de los talibanes.

El portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo este viernes no querer «especular» sobre la sorpresa que han experimentado los mandos ante el colapso del ejército al que EE UU y la OTAN han entrenado durante dos décadas, pero admitió que han visto «con preocupación» la velocidad a la que se movían los talibanes «y la poca resistencia que encontraban». Eso sí, «lo hemos visto igual que lo habéis visto vosotros», dijo a los periodistas este viernes.

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Indignado por la caótica retirada después de perder miles de vidas y gastar billones de dólares, el senador Lyndsey Graham escribió a los líderes del Pentágono para preguntarles irónicamente si no quieren revisar la estimación que le dieron en junio al Congreso. Según esta, la salida de las tropas de Afganistán contraía «un riesgo medio» de que emerja de nuevo la amenaza de organizaciones terroristas «en el plazo de dos años».

En privado, varios miembros del gabinete empiezan a flotar la idea de que mantener el calendario de una retirada total sin haber pactado con los talibanes fue un error. Incluso los líderes del Congreso que apoyaron la decisión han caído en un silencio sepulcral y la portavoz Nancy Pelosi ha pedido una sesión de explicaciones para todos los miembros nada más volver el día 23 del receso veraniego. En el sopor de agosto, el Congreso está de vacaciones y hasta el presidente pasa el fin de semana en Camp David.

Dos opciones

El equipo más cercano a Biden insiste en que el calendario de retirada ya lo había marcado su antecesor Donald Trump. Si los talibanes no habían matado estadounidenses en el último año era sólo porque Trump había aceptado retirarse del país el 1 de mayo y había llevado a cabo una reducción gradual que dejó solo 2.500 tropas. Biden sólo tenía dos opciones: continuar con el compromiso pactado o enviar más tropas a Afganistán, algo para lo que ni él ni el pueblo estadounidense tenían apetito.

Su portavoz Jen Psaki insistió ayer en que todavía no se puede asumir la caída del gobierno, al igual que el Departamento de Estado sostiene que la Embajada sigue abierta mientras sus empleados destruyen documentos y empaquetan sus cosas. Washington ha advertido a los talibanes que volverá a la lucha si atacan la legación. Sus hombres decapitan traductores y buscan casa por casa a aquellos que trabajaron para EE UU o la OTAN, por lo que incluir a los colaboradores afganos y sus familias en la evacuación no es sólo un gesto humanitario, sino una obligación para mantener un mínimo de credibilidad. «La onda expansiva de esto va ser tremenda», auguró el senador Graham. «Perder en un sitio te hace daño en cada sitio».

Con las banderas talibanas ondeando en las colinas cercanas y cada parque de la capital convertido en un improvisado campo de refugiados, los 5 o 6 km que separan a la Embajada estadounidense del aeropuerto Hamid Karzai son ahora los más peligrosos del país. Para mañana domingo, cuando estén en posición los 3000 soldados estadounidenses enviados para custodiarla, será la única segura.

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