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La tradicional imagen del Parque Victoria de Hong Kong convertido en un inmenso campo de luces reverberantes para conmemorar a quienes murieron en las protestas de Tiananmen, hace ahora 34 años, es definitivamente historia. La excolonia británica, la única ciudad china en la que se recordaba el movimiento estudiantil que derivó en la mayor protesta para exigir reformas democráticas en el país, acogió la última vigilia con velas en 2019, coincidiendo con las revueltas anticomunistas que sacudieron esta ciudad de siete millones de habitantes durante meses. Y todo apunta a que no volverá a organizarse.
Primero, la excusa para prohibirla fue la pandemia del coronavirus. Las medidas de distancia social implementadas en Hong Kong eran incompatibles con la congregación de decenas de miles de personas. Ahora, sin embargo, la razón es legal: en 2020, Pekín impuso la Ley de Seguridad Nacional (LSN) para desactivar de forma inmediata las protestas contra el régimen y, de paso, acabar con cualquier muestra de descontento político. Así, una decena de personas que anoche trataron de recordar a los cientos de fallecidos durante el desalojo de la plaza de Tiananmen, incluida la activista conocida como 'abuela Wong', fueron arrestadas sin miramientos por alterar el orden público o promover la sedición.
En su lugar, el Parque Victoria acogió el pasado fin de semana una feria cultural y gastronómica china organizada por 26 grupos afines al Partido Comunista con motivo del próximo aniversario de la devolución de Hong Kong a Pekín. Es un momento histórico que se solía recordar el 1 de julio con una gran manifestación contra la dictadura que ahora tampoco parece que se vaya a repetir, porque cualquier crítica al gobierno chino puede ser interpretada como un delito tipificado en la LSN, cuyas penas pueden llegar a la cadena perpetua.
De esta manera, Hong Kong culmina la pérdida de gran parte de los derechos individuales y colectivos que tenía garantizados por la Ley Básica que Reino Unido y China acordaron como miniconstitución para esta localidad que se rige por el modelo 'un país, dos sistemas'. Según aquel pacto, la ciudad mantendría durante los 50 años posteriores a su integración en el gigante asiático sus peculiaridades como territorio capitalista -incluso con una moneda diferente-, en el que se protegen la libertad de prensa o manifestación y que, a pesar de que su gobierno no se elige democráticamente, se rige por la separación de poderes.
Es evidente que se equivocaron quienes en 1997 creyeron que para 2047 China se parecería más a Hong Kong. Las reformas económicas que han convertido al país en la segunda potencia mundial no se han traducido en más libertad política y social. Al contrario, desde que Xi Jinping alcanzó la presidencia, hace una década, se han producido pasos atrás que también han salpicado a la ciudad, donde antes incluso se publicaban libros contra los líderes chinos. Goliat es cada vez más grande y poderoso. Ahora, cientos de activistas han sido encarcelados o amonestados y miles de ciudadanos han decidido exiliarse en países como Reino Unido, que han establecido programas para facilitar la emigración y acogida. Poco a poco, la resistencia al Partido Comunista se ha marchado de Hong Kong.
Y con ella ha desaparecido el recuerdo de la masacre de Tiananmen, que permanece completamente censurado en la China continental. Las búsquedas y los comentarios relacionados con los acontecimientos de 1989 son borrados, e incluso las triquiñuelas que los internautas buscan para circunvalar esas restricciones son detectadas y pueden provocar la suspensión de la cuenta y, como el registro con una identidad real es obligatorio, en la detención de quien publica los mensajes.
«Bajo el principio 'un país, dos sistemas' nos estamos integrando en China, donde tampoco se celebran vigilias, y haciendo de la economía nuestra prioridad», comentó el prominente presentador de televisión prochino Natalis Chan Pak-cheung, quien añadió que los hongkoneses deben acostumbrarse a que ya no hay espacio para recordar lo sucedido en Tiananmen. La línea roja en política está clara, y todo lo que suponga una crítica al liderazgo del Partido Comunista queda vetado. Los más jóvenes, que participaron en las protestas de 2019, temen que pronto se borre toda información sobre lo sucedido y la amnesia que hace tiempo se impuso en la China continental se apodere también de Hong Kong, una ciudad que cada vez se distingue menos del resto.
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