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Valerón, alfa y omega en la grada y sobre el terreno

Valerón, alfa y omega en la grada y sobre el terreno

David Ojeda

Jueves, 1 de enero 1970

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La volatilidad de sus convicciones es uno de los elementos más significados del forofo, ese ser impenitente que se rasga la camisa, amarilla en el caso del que tratamos, siempre aludiendo a unos principios, por lo que se ve flexibles, de lealtad y compromiso. Juan Carlos Valerón es testigo y víctima de ese aprecio por parte de la afición de la Unión Deportiva. Ante el Tenerife había más público que en su presentación el pasado 16 de julio, pero fue objeto de un cariño enfatizado cada vez que circulaba por la escena de juego.

Era la primera ocasión que Valerón actuaba como anfitrión defendiendo a la Unión Deportiva desde su marcha en 1997. Por el camino, 16 años en los que ha jugado para Mallorca, Atlético de Madrid y Deportivo de La Coruña, una borrasca de pitos. Tal vez la más sonora la que le recibió en diciembre de 1999, en un partido de Copa del Rey con el Atlético de Claudio Ranieri.

Ayer no hubo ni una sola muestra de desaprobación para el delgado cerebro. No habían pasado ni cinco minutos de partido cuando las despejadas tribunas de Siete Palmas dieron vida al estribillo: «Valerón, Valerón».

Nadie da por hecho que su ambición profesional lo convierta en un traidor. Hoy es un ídolo, un hombre venerado por una trayectoria pulcra y brillante. Incluso capitalizó aplausos cuando erraba la entrega, la menor de los veces.

Valerón partió desde donde ha sido importante toda su vida profesional; la zona de anclaje, con Máyor delante y Hernán y Vicente de cortafuegos. No dio mucho de sí, como la misma dinámica del partido. Alguna asociación prometedora con Nauzet, origen de la primera ocasión de la primera mitad.

En la segunda parte, con el relevo de Vicente Gómez para dar entrada a Chrisantus, Lobera testó al Flaco como mediocentro, retrasada su posición hasta situarse en paralelo con Hernán. Allí no es el mismo. Talento le sobra para cumplir el expediente allí donde el entrenador le aísle. Pero Valerón, cuanto más lejos esté del último pase, menos feliz será.

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