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Piche a la deriva

Jueves, 16 de abril 2015, 21:42

Eran las 13.18 horas del 15 de abril de 2015 cuando Salvamento Marítimo anunciaba en su cuenta de Twitter la aparición de «restos de combustible que derivan al suroeste, alejándose de costa» provocados por el hundimiento del pesquero ruso Oleg Naydenov que se había hecho oficial mediante la misma vía a las 8.31, casi cinco horas antes.

Pues estos «restos de combustible» se habían convertido a las cuatro de la tarde en una enorme mancha de fuel de cinco kilómetros de largo que flotaba a la deriva por el sur de Gran Canaria, muy cerca de la costa de Maspalomas, el principal motor económico de la Isla.

Reconozco que, cuando me subí al helicóptero el miércoles junto a mi compañero Arcadio Suárez para sobrevolar la zona, en ningún momento nos imaginamos que íbamos a contemplar un dantesco espectáculo de esta magnitud, ni mucho menos. La mancha se perdía en el horizonte sembrando el caos en las numerosas especies que transitan por estas aguas que conforman el oasis marino del sur de Gran Canaria.

Se trata de un desastre medioambiental, y lo llamo así discrepando con los que aún no se han atrevido a calificarlo de esta manera porque estiman que sólo ha salido a la superficie «la sentina del barco» y no las más de 1.400 toneladas de fuel que el buque transportaba en sus bodegas.

El ejemplar de tortuga boba rescatada por la propia Guardia Civil en la zona 0 es el claro ejemplo del daño enorme que está haciendo el derrame de combustible en el Atlántico. Es sólo una tortuga, cierto, pero todo apunta que será la primera especie de tantas que sufran en primera persona la irresponsabilidad del ser humano.

Las autoridades respiraban aliviadas al conocer que la corriente y el viento trasladará la mancha de fuel lejos de Gran Canaria, pero como dijo el biólogo Pascual Calabuig, «se ha salvado el turismo, pero se ha matado un trozo valioso de mar». Temo que, con el paso de los días y si el dichoso Oleg Naydenov no sigue escupiendo basura, este caso pase al olvido informativo, pero no tiene que hacerlo a nivel institucional. Hay un elemento altamente contaminante que nada a la deriva matando pardelas y contaminando cifios y tortugas, por lo que las instituciones tienen que actuar de manera contundente y demostrar que han aprendido de desastres como el Prestige. Da igual que sean aguas internacionales, está en juego un trozo importante de nuestra fauna marina. No merecen morir por culpa de la desidia de los que mandan.

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