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La muerte de Bimba Bosé reaviva el desafío del cáncer

La muerte de Bimba Bosé reaviva el desafío del cáncer

EFE

Jueves, 1 de enero 1970

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La muerte de Bimba Bosé ha reavivado en la sociedad el desafío que supone el cáncer, cuya incidencia es cada vez mayor en España, y la reflexión sobre cómo afrontar de la forma más efectiva esta enfermedad, y los expertos coinciden: disfrutar del día a día del proyecto vital en la medida de lo posible. La supervivencia de los pacientes con tumores ha aumentado en los últimos años debido a las actividades preventivas, a las campañas de diagnóstico precoz y sobre todo a los avances terapéuticos, que han permitido que se incremente su calidad de vida. Pero las muertes por cáncer siguen estando ahí, y estos fallecimientos frente a los que se producen por enfermedades cardiovasculares, tal y como señala Miguel Martín, el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de servicio de Oncología Médica del Gregorio Marañón de Madrid, "suelen ser de personas más jóvenes, con lo que el impacto social es más alto". Una apreciación en la que coincide la oncóloga Ana Lluch, jefa del servicio de Hematología y Oncología del Hospital Clínico de Valencia, quien recuerda a Efe que el cáncer se cura cuando se diagnostica inicialmente en el 80 % de los casos, pero un 15-20 % de los pacientes puede recaer y entre un 5 y un 6 % de ellos puede presentar metástasis desde el diagnóstico, y ahí el objetivo es "que sea una larga supervivencia". Psicooncólogos han explicado a Efe cómo afecta en la sociedad la muerte por cáncer de una persona popular y cómo lo hace especialmente en los enfermos. "A Bimba Bosé la voy a poner como un ejemplo positivo en las charlas que doy a pacientes y profesionales. Ha hecho una buena labor. Su muerte puede provocar tristeza, pero de una forma momentánea, porque luego hay que fijar la atención en otro aspecto, el del ejemplo de cómo ha vivido hasta el final", afirma Juan Antonio Cruzado Rodríguez, director del Máster en Psicooncología de la Universidad Complutense. "Cuando fue diagnosticada y en sus tratamientos -añade- siguió una vida normal, en el sentido de cumplir con sus objetivos profesionales, su vida familiar, con todos sus proyectos vitales. Ha estado viviendo plenamente el tiempo que ha vivido, sea poco o mucho. Ha hablado directamente de cáncer, sin ocultarlo, porque no tiene por qué avergonzarse". Durante muchos años la palabra cáncer se ha escondido, incluso a la hora de la muerte. 'Murió de una terrible y larga enfermedad u otros eufemismos semejantes', se dice. "Hay mucha gente que se muere de cáncer, pero también de otras enfermedades o por accidentes u otras cosas. Lo mejor es normalizar", argumenta Cruzado. La muerte de la popular modelo, en su opinión, tendría que ayudar a aceptar que "tenemos que vivir con un riesgo y con una cierta incertidumbre porque todos somos efímeros. Estamos en una sociedad en la que parece que la muerte está estigmatizada, cuando lo importante aquí es cómo vivimos". Para facilitar esa vida, los expertos, como María Die, coordinadora de la Unidad de Psicooncología del Gregorio Marañón, sugieren darse tiempo para asimilar el diagnóstico y solicitar del médico la información necesaria para entender claramente la enfermedad y los tratamientos que se van a administrar. Rodearse de los seres queridos es otro pilar para este proceso porque facilita el enfrentamiento a una realidad que suele ser difícil de asumir, y expresar lo que uno siente y recordar que esos índices de supervivencia por cáncer son cada vez mayores. Sonreír a la enfermedad, como lo hizo la modelo, aunque tuviera sus momentos de tristeza y de bajón, es, según Fabiola Cortés-Funes Urquijo, directora en Psico-Oncocenter, una buena manera de vivir con ella, pero hay personas que "no lo pueden hacer así porque no lo han hecho nunca". A esos pacientes hay que acompañarles en ese momentos. "El poder estar cerca de ellos, escucharles y respetarles es lo más difícil, pero lo que más les ayuda", dice la psicóloga especializada en oncología. Los familiares y amigos que están a su lado, desde la angustia del que acompaña, desean que se les pase rápido, pero esa ansiedad e impaciencia hace que a veces se alejen del paciente. Lo mejor es simplemente estar a su lado y si hay que llorar juntos hacerlo para que por sí mismos se superen. Eso lo pueden hacer los especialistas, pero también la familia. Lo normal, también, es que los pacientes tengan una alternancia entre momentos positivos y negativos y lo importante, cuando llegan los malos, es que piensen "qué pueden hacer para estar mejor, para que el malestar se pase, y lo que no les viene bien apartarlo para vivir lo mejor posible.

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